domingo, 11 de septiembre de 2011

Kim Phuc

En la guerra de Vietnam el fotógrafo Nick Ut captó una instantánea sorprendente que le valió el premio Pulitzer. En ella aparecía una niña corriendo por una calzada, iba desnuda y lloraba. Su cuerpo presentaba terribles quemaduras, la marca inconfundible del napalm. Esa niña era Kim Phuc.

Kim Phuc vivía en la aldea de Trang Gang, situada en la carretera que une Saigón con Camboya. Durante un bombardeo de la aviación norteamericana sus dos hermanos murieron como consecuencia de las explosiones, y ella sufrió quemaduras en la mitad de su cuerpo. Permaneció catorce meses ingresada en un hospital, donde fue sometida a diecisiete trasplantes de piel, entre otras operaciones.
Cualquiera que conozca su historia puede creer que es una mujer llena de odio y rencor, pero Kim es la personificación de ese perdón que todas las víctimas deberían conceder, tal como se refleja en sus propias palabras, que recogemos de una entrevista que la periodista Imma Sanchís publicó en el diario La Vanguardia.
-¿Es usted la niña que Nick Ut fotografió cuando huía desnuda tras caer una bomba de napalm en Vietnam del Sur?
-Sí. Tenía once años. Fue en 1972. Todos los habitantes del pueblo, una pequeña aldea cercana a la frontera con Camboya, nos refugiamos durante tres días en una pagoda. Pero los norteamericanos nos bombardearon.
-¿Y qué ocurrió?
-Los niños salimos primero. Recuerdo la luz roja señalando el objetivo que arrasar e, inmediatamente, mi cuerpo ardiendo. Me quité la ropa y corrí. Por fortuna mis pies no estaban quemados.
-Con esa foto Nick Ut ganó el Pulitzer. ¿Qué ganó usted?.
-Sobrevivir a aquella fotografía. Nick Ut me recogió y me llevó al hospital, donde estuve catorce meses.
-¿Y la curaron?
-Nunca lo estaré del todo. Una gran parte de mi cuerpo estaba quemada. Regresé a mi pueblo con grandes dolores. Al llegar tuve la buena noticia de que mis padres se habían salvado.
-¿Cómo vivía entonces?
-No vivíamos, sobrevivíamos. Y tuvimos que separarnos.
(….)
-¿Hizo las paces con su pasado?
-Sí, fui a Washington en 1996 para dar un discurso en el memorial en honor de los veteranos de Vietnam, y allí estaba el capitán John Plumber, el oficial que ordenó lanzar las bombas de napalm contra mi pueblo.
-¿Lo abofeteó?
-No. Lo abracé. La guerra hace que todos seamos víctimas. Yo, como niña, sufrí, fui una víctima, pero él, que hacía su trabajo como soldado, también era una víctima. Yo tengo dolores físicos, pero él los tiene emocionales, y creo que son peores que los míos. Al volver de Vietnam él supo lo que me había provocado. Cada vez que veía mi fotografía tenía pesadillas y oía mis lloros. Se convirtió en un alcohólico. Su vida estaba destrozada.
-¿Se recuperó?
-Es un hombre muy creyente, pero no rehízo su vida hasta obtener mi perdón. Creo que ahora es feliz, y yo también lo soy por haber podido ayudarle.
-Y con su fundación podrá ayudar a muchas personas más.
-Mi sueño es poder ayudar a otros niños que sufren el terror de una guerra. Buscamos financiación para facilitar medios a hospitales y que atiendan a los niños víctimas de guerras.
(Ana María Vidal-Abarca. Perdones difíciles, 1999)



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