martes, 4 de junio de 2013

El instinto y la cólera

Clarissa Pinkola Estés
Las mujeres (y los hombres) tienden a dar por terminados los acontecimientos pasados diciendo: “yo/él/ella/ellos hicieron todo lo que pudieron”. Pero el hecho de decir “hicieron lo que pudieron” no equivale a perdonar. Aunque fuera cierta, esta perentoria afirmación excluye la posibilidad de sanar. Es algo así como aplicar un torniquete por encima de una profunda herida. Dejar el torniquete más allá de un determinado período de tiempo provoca gangrena por falta de circulación. El hecho de reprimir la cólera y el dolor no sirve de nada.

Si el instinto de una mujer ha resultado herido, ésta se enfrenta con varios retos relacionados con la cólera. En primer lugar, suele tener dificultades para reconocer la intrusión; tarda en percatarse de las violaciones territoriales y no percibe su propia cólera hasta que ésta se le echa encima. La rabia se abate sobre ella como en una emboscada.

Este desfase es el resultado de la lesión de los instintos de las niñas, causada por las exhortaciones que les suelen hacer a no reparar en los desacuerdos, a intentar poner paz a toda costa, a no intervenir y a resistir el dolor hasta que las cosas vuelvan a su cauce o desaparezcan provisionalmente. Tales mujeres no actúan siguiendo el impulso de la cólera que sienten sino que arrojan el arma o bien experimentan una reacción retardada varias semanas, meses o incluso años después, al darse cuenta de lo que hubieran tenido o podido decir o hacer.

Tal comportamiento no suele deberse a la timidez o a la introversión sino a una excesiva consideración hacia los demás, a un exagerado esfuerzo por ser amable en perjuicio propio y a una insuficiente actuación dictada por el alma. El alma salvaje sabe cuándo y cómo actuar, basta que la mujer la escuche. La reacción adecuada se compone de perspicacia y una adecuada cantidad de compasión y fuerza debidamente mezcladas. El instinto herido ha de curarse practicando la imposición de unos sólidos límites y practicando el ofrecimiento de unas firmes y, a ser posible, generosas respuestas que no cedan, sin embargo, a la tentación de la debilidad.



Una mujer puede tener dificultades en dar rienda suelta a su cólera incluso si esa supresión  resulta perjudicial para su vida, incluso en el caso de que ello la obligue a revivir obsesivamente unos acontecimientos de años atrás con la misma fuerza que si hubieran ocurrido la víspera. Insistir en hablar de un trauma y hacerlo con gran intensidad a lo largo de un determinado período de tiempo es muy importante para la curación. Pero, al final, todas las heridas se tienen que suturar y debe dejarse que se conviertan en tejido cicatricial.

La cólera o la rabia colectiva es también una función natural. Existe el fenómeno de la lesión de grupo, el dolor de grupo. Las mujeres que adquieren conciencia social, política o cultural descubren a menudo la necesidad de enfrentarse con la cólera colectiva que una y otra vez les recorre el cuerpo.

Desde un punto de vista psíquico es saludable que las mujeres experimenten semejante cólera. Y es psíquicamente saludable que utilicen esta cólera derivada de la injusticia para buscar los medios capaces de producir el cambio necesario. Pero no es psicológicamente saludable neutralizar la cólera con el fin de no sentir nada y, por consiguiente, no exigir la evolución y el cambio. Tal y como ocurre con la cólera de carácter personal, la cólera colectiva es también una maestra. Las mujeres pueden consultarla, hacerle preguntas en solitario o en compañía de otras mujeres y obrar en consecuencia. Existe una diferencia entre el hecho de llevar dentro una antigua cólera incrustada y el de agitarla con un nuevo bastón para ver a qué usos constructivos se puede aplicar.

La cólera constructiva se puede utilizar con provecho como motivación para la búsqueda o el ofrecimiento de apoyo, para la búsqueda de medios que induzcan a los grupos y a los individuos al diálogo o para exigir responsabilidades, progreso y mejoras. Esos son los procesos que las mujeres que adquieren conciencia han de seguir en las pautas de comportamiento. El hecho de experimentar unas profundas reacciones ante la falta de respeto, las amenazas y las lesiones forma parte de una sana psique. La reacción vehemente es una parte lógica y natural del aprendizaje acerca de los mundos colectivos del alma y la psique.



En caso de que la cólera vuelva a convertirse en un obstáculo para el pensamiento y la acción creativa, conviene suavizarla o modificarla. En las mujeres que se han pasado un considerable período de tiempo  superando un trauma, tanto si éste se debió a la crueldad, el olvido, la falta de respeto, la temeridad, la arrogancia o la ignorancia de alguien, como si se debió simplemente al destino, llega un momento en que hay que perdonar para que la psique pueda liberarse y recuperar su estado normal de paz y serenidad.

Cuando una mujer tiene dificultades para dar rienda suelta a la cólera o la rabia, ello suele deberse a que utiliza la cólera para fortalecerse. Y, si bien tal cosa pudo haber sido oportuna al principio, más tarde la mujer tiene que andarse con cuidado, pues una cólera permanente es un fuego que acaba quemando su energía primaria. La persistencia en dicho estado es algo así como pasar vertiginosamente por la vida y tratar de vivir una existencia equilibrada pisando el acelerador hasta el fondo.

Sin embargo el ardor de la cólera no se tiene que considerar un sucedáneo de una vida apasionada. No se trata de la vida en su plenitud; es una actitud defensiva que cuesta mucho mantener cuando esa actitud ya no es necesaria para protegerse. Al cabo de algún tiempo, la cólera arde hasta alcanzar unas temperaturas extremadamente altas, contamina nuestras ideas con su negro humo y obstruye otras maneras de ver y comprender.

Pero no pienso mentir descaradamente y decirle a una mujer que hoy o la semana que viene podrá eliminar toda su cólera y ésta desaparecerá para siempre. La ansiedad y el tormento del pasado afloran en la psique con carácter cíclico. Aunque una profunda purificación elimina buena parte del antiguo dolor y la antigua cólera, el residuo jamás se puede borrar por completo. Tiene que dejar unas ligeras cenizas, no un fuego devorador. Por consiguiente, la limpieza de la cólera residual debe convertirse en un ritual higiénico periódico que nos libere, pues el hecho de llevar la antigua cólera más allá del extremo hasta el que nos podía ser útil equivale a experimentar una constante ansiedad, por más que nosotras no seamos conscientes de ella.

A veces la gente se confunde y cree que el hecho de quedarse atascada en una antigua cólera consiste en armar alboroto, alterarse y arrojar objetos por ahí. En la mayoría de los casos no consiste en eso. Consiste más bien en una perenne sensación de cansancio, en andar por la vida bajo una gruesa capa de cinismo, en destrozar todo aquello que es esperanzador, tierno, prometedor. Consiste en tener miedo de perder antes de abrir la boca. Consiste en alcanzar por dentro el punto de ignición tanto si se nota por fuera como si no. Consiste en observar unos irritados silencios de carácter defensivo. Consiste en sentirse desvalida. Pero hay un medio de salir de esta situación y este medio es el perdón.

“Ah, ¿el perdón?”, dices. Cualquier cosa menos el perdón, ¿verdad? Sin embargo, tú sabes en lo más hondo de tu corazón que algún día, en algún momento, llegarás a ello. Puede que no ocurra hasta el momento de la muerte, pero ocurrirá. Piensa en lo siguiente: muchas personas tienen dificultades para conceder el perdón porque les han enseñado que se trata de un acto singular que hay que completar en una sola sesión. Pero no es así. El perdón tiene muchas capas y muchas estaciones. En nuestra cultura se tiene la idea de que el perdón ha de ser al ciento por ciento. O todo o nada. También se nos enseña que perdonar significa pasar por alto, comportarse como si algo no hubiera ocurrido. Tampoco es eso.

La mujer que es capaz de otorgar a alguien o a algo trágico o perjudicial un porcentaje del perdón del noventa y cinco por ciento es casi digna de la beatificación cuando no de la santidad. Un setenta y cinco por ciento de perdón y un veinticinco por ciento de “no sé si alguna vez podré perdonar del todo y ni siquiera sé si lo deseo” es más normal. Pero un sesenta por ciento de perdón acompañado de un cuarenta por ciento de “no sé, no estoy segura y todavía lo estoy pensando” está decididamente bien. Un nivel de perdón del cincuenta por ciento o menos permite alcanzar el grado de “obras en curso”. ¿Menos del diez por ciento? Acabas de empezar o ni siquiera lo han intentado en serio.

Pero, en cualquier caso, una vez has alcanzado algo más de la mitad, lo demás viene por sus pasos contados, por regla general con pequeños incrementos. Lo más importante del perdón es empezar y continuar. El cumplimiento es una tarea de toda la vida. Tienes todo el resto de la vida para seguir trabajando en el porcentaje menor. Está claro que, si pudiéramos comprenderlo todo, todo se podría perdonar. Pero la mayoría de la gente necesita permanecer mucho tiempo en el baño alquímico para llegar a eso. No importa. Contamos con la “sanadora” y, por consiguiente, tenemos la paciencia necesaria para cumplir la tarea.

Algunas personas, por temperamento innato, pueden perdonar con más facilidad que otras. En algunas se trata de un don, pero en la mayoría de los casos es un don que hay que aprender tal y como se aprende una técnica. Parece ser que la vitalidad y la sensibilidad esenciales afectan a la facilidad para pasar por alto las cosas. Una fuerte vitalidad y una alta sensibilidad no siempre permiten pasar fácilmente por alto las ofensas. No eres mala si te cuesta perdonar. Y no eres una santa si lo haces. Cada cual a su manera y todo a su debido tiempo.

Sin embargo, para poder sanar realmente, tenemos que decir nuestra verdad, no sólo nuestro pesar y nuestro dolor sino también los daños, la cólera y la indignación que se provocaron y también qué sentimientos de expiación o de venganza experimentamos. La vieja curandera de la psique comprende la naturaleza humana con todas sus debilidades y otorga el perdón siempre y cuando se diga la pura verdad. Y no solo concede una segunda oportunidad sino que muy a menudo concede varias oportunidades.

Veamos ahora cuáles son los cuatro niveles de perdón. Estas fases las he desarrollado y utilizado en mi trabajo con personas traumatizadas a lo largo de los años. Cada nivel tiene varios estratos. Se pueden aplicar en el orden que uno quiera y durante todo el tiempo que desee, pero yo los he dispuesto en el orden en el que animo a mis clientes a empezar a trabajar:

Las cuatro fases del perdón:

1.- Apartarse – Dejar correr.
2.- Tolerar – Abstenerse de castigar.
3.- Olvidar – Arrancar del recuerdo, no pensar.
4.- Perdonar – Dar por pagada la deuda

Apartarse

Para poder empezar a perdonar es bueno apartarse durante algún tiempo, es decir, dejar de pensar durante algún tiempo en aquella persona o acontecimiento. Eso no significa dejar algo por hacer sino más bien tomarse unas vacaciones. Eso evita que nos agotemos y nos permite fortalecernos de otra manera y disfrutar de otras felicidades en nuestra vida.

Es una buena práctica que nos prepara para la renuncia al cobro de la deuda que más tarde acompañará al perdón. Dejar la situación, el recuerdo, el asunto tantas veces como sea necesario. No se trata de pasar algo por alto sino de adquirir agilidad y fortaleza para poder distanciarnos del asunto. Apartarse quiere decir ponerse de nuevo a tejer, a escribir, ir a aquel océano, aprender o amar algo que nos fortalezca y distanciarnos del asunto durante algún tiempo. Es una actitud acertada, buena y saludable. Las lesiones del pasado acosarán mucho menos a una mujer si ésta le asegura a la psique herida que ahora le aplicará bálsamos suavizantes y más adelante abordará toda la cuestión de la causa de aquellas lesiones.

Tolerar

La segunda fase es la de la tolerancia, entendida en el sentido de abstenerse de castigar; de no pensar ni hacer ni poco ni mucho. Resulta extremadamente útil practicar esta clase de refrenamiento, pues con ello se condensa la cuestión en un lugar determinado y ésta no se derrama por todas partes. De esta manera, la mujer puede concentrarse en el momento en que empezará a pasar a la siguiente fase. Eso no significa quedarse ciega o muerta y perder la vigilancia defensiva. Significa contemplar la situación con una cierta benevolencia y ver cuál es el resultado.

Tolerar quiere decir tener paciencia, soportar, canalizar la emoción. Todas estas cosas son unas poderosas medicinas. Practícalas todo lo que puedas, pues se trata de una experiencia purificadora. No es preciso que las hagas; puedes elegir una de ellas, por ejemplo, la paciencia, y practicarla. Puedes abstenerte de hacer comentarios y murmullos de carácter punitivo, de comportarte con hostilidad o resentimiento. El hecho de abstenerse de aplicar castigos  innecesarios fortalece la integridad de la acción y del alma. Tolerar equivale a practicar la generosidad, permitiendo con ello que la gran naturaleza compasiva participe en cuestiones que previamente han provocado emociones que van desde una leve irritación a la cólera.

Olvidar

Olvidar significa arrancar de la memoria, negarse a pensar; en otras palabras, soltar, aflojar la presa, sobre todo de la memoria. Olvidar no significa comportarse como si el cerebro hubiera muerto. El olvido consciente equivale a soltar el acontecimiento, no insistir en que éste se mantenga en primer plano sino dejar más bien que abandone el escenario y se retire a un segundo plano.

Practicamos el olvido consciente, negándonos a evocar las cuestiones molestas, negándonos a recordar. El olvido es un esfuerzo activo, no pasivo. Significa no entretenerse con ciertas cuestiones y no darles vueltas, no irritarse con pensamientos, imágenes o emociones repetitivas. El olvido consciente significa abandonar deliberadamente las obsesiones, distanciarnos voluntariamente y perder de vista el objeto de nuestro enojo, no mirar hacia atrás y vivir en un nuevo paisaje, crear una nueva vida y unas nuevas experiencias en las que pensar, en lugar de seguir pensando en las antiguas. Esta clase de olvido no borra el recuerdo, pero entierra las emociones que lo rodeaban.

Perdonar

Hay muchos medios y maneras de perdonar una ofensa a una persona, una comunidad o una nación. Conviene recordar que el perdón “definitivo” no es una rendición. Es una decisión consciente de dejar de guardar rencor, lo cual significa perdonar una deuda y abandonar la determinación de tomar represalias. Tú eres la que tiene que decidir cuándo perdonar y qué ritual se deberá utilizar para celebrar el acontecimiento. Tú decides qué deuda no se tiene que seguir pagando.



Algunas personas optan por conceder un perdón total, eximiendo al ofensor de la obligación de pagar una indemnización ahora o más adelante. Otras optan por interrumpir el proceso, desistir de cobrar la deuda en su totalidad y decir que lo hecho hecho está y lo que se ha pagado hasta ahora es suficiente. Otra forma de perdón consiste en exonerar a una persona sin que ésta haya satisfecho ningún tipo de indemnización emocional o de otra clase.

Para algunas personas la conclusión del perdón significa mirar al otro con indulgencia, que es lo más fácil cuando se trata de ofensas relativamente leves. Una de las más profundas formas de perdón consiste en ofrecer de la manera que sea una compasiva ayuda al que nos ha ofendido. Lo cual no significa introducir la cabeza en el cesto de la serpiente sino responder desde una actitud de clemencia, seguridad y buena disposición.

El perdón es la culminación de todo lo precedente, toda la tolerancia y todo el olvido. No significa abandonar la propia protección sino la frialdad, una forma muy profunda de perdón consiste en no excluir al otro, en dejar de mantener distancias, ignorar o comportarse con frialdad o mantener actitudes falsas o condescendientes. Para la psique del alma es mejor limitar estrictamente el tiempo y las respuestas mordaces a las personas cuyo trato nos resulta difícil que comportarnos como maniquíes insensibles.

El perdón es un acto de creación. Se puede otorgar de muy variadas maneras. Se puede perdonar de momento, perdonar hasta entonces, perdonar hasta la próxima vez, perdonar pero no dar más oportunidades; el juego sería totalmente distinto si se produjera otro incidente. Se puede dar otra oportunidad, varias o muchas oportunidades o dar oportunidades con determinadas condiciones. Se puede perdonar en parte, en su totalidad o la mitad de una ofensa. Se puede otorgar un perdón general. La mujer es la que decide.


¿Cómo sabe la mujer si ha perdonado o no? En caso afirmativo tiende a compadecerse de la circunstancia en lugar de sentir cólera, tiende a compadecerse de la persona en lugar de estar enojada con ella. Tiende a olvidar lo que tenía que decir al respecto. Comprende el sufrimiento que dio lugar a la ofensa. Prefiere permanecer al margen. No espera nada. No quiere nada. Ningún estrecho lazo alrededor de los tobillos tira de ella desde lejos para arrastrarla hacia acá. Es libre de ir a donde quiera. Puede que la cosa no termine con un “vivieron felices y comieron perdices”, pero a partir de ahora estará esperándola con toda certeza un nuevo “había una vez” (Mujeres que corren con los lobos. Clarissa Pinkola Estés – 1998)   

jueves, 21 de febrero de 2013

La búsqueda de artefactos sospechosos tras amenazas terroristas


Lamentablemente vivimos tiempos en los que las amenazas de atentado son relativamente frecuentes y en muchas ocasiones éstas son recibidas en centros de trabajo que se caracterizan por tener grandes dimensiones y un elevado número de personal.

Consideraremos como “amenaza de bomba” a toda comunicación, verbal o escrita, que indique que se ha situado en el edificio algún artefacto con intención incendiaria y/o explosiva y que pueda o vaya a ser detonado. Este tipo de amenazas puede ser recibido de múltiples maneras, pero lo más frecuente es que el aviso se realice por vía telefónica.

Cualquier organización debe tener definidos procedimientos específicos dirigidos a organizar la respuesta ante este tipo de situaciones. Cualquier amenaza de bomba debe ser tomada seriamente y la empresa debe estar preparada para poder suspender sus actividades garantizando así la seguridad de sus empleados y clientes.

Es fácil que la reacción de la persona que recibe este tipo de llamada sea de elevado nerviosismo, shock o incredulidad, por esta razón será necesario que disponga de una mínima formación que posibilite el mantenimiento de la calma y la obtención de datos que serán importantes para decidir el plan de acción adecuado. Por ejemplo, será de vital importancia intentar que el comunicador informe de cuál es la localización exacta de la bomba o el tiempo fijado para su detonación.

Cualquier amenaza de bomba se comunicará al responsable del edificio que evaluará la llamada y pondrá en ejecución el plan de acción adecuado, teniendo en cuenta que éste, de acuerdo con lo dispuesto por la normativa en materia de prevención de riesgos laborales, debería estar ya protocolizado en los planes de emergencia de la empresa. La recepción de una amenaza se notificará siempre a las autoridades ya que nunca podrá desacreditarse sin una investigación previa.

La decisión de evacuar el edificio se debe tomar por el responsable del mismo tras un análisis detenido de la amenaza. Cada una será distinta en función de diversas variables como su grado de especificidad, riqueza de detalles de la información ofrecida por el comunicante u otros datos. Hay que tener presente que una decisión de evacuación tomada de forma precipitada contribuye al logro del móvil terrorista al paralizar la actividad de la empresa, además puede tener consecuencias graves si se realiza de forma poco controlada y llega a generar pánico. Por último también hay que valorar la alteración que se provoca en el correcto funcionamiento de las organizaciones.

Después de analizar cada caso las distintas opciones de respuestas serán: no adoptar ninguna acción, buscar el posible artefacto sin realizar una evacuación o evacuar el edificio y buscar el artefacto. Cuando se trata de una amenaza específica en la que se indica un corto plazo de tiempo antes de la detonación, lo recomendable es evacuar el edificio a la mayor brevedad y dejar a la policía el trabajo de búsqueda.

En algunos casos puede considerarse conveniente realizar una búsqueda antes de ordenar la evacuación. Teóricamente la búsqueda por los propios empleados en sus áreas de trabajo es la estrategia más exhaustiva, pero en muchas ocasiones es más seguro organizar la búsqueda a través de equipos de trabajadores entrenados y designados por la gerencia de la empresa. También hay que tener en cuenta que cuando la búsqueda esté dirigida por la policía, ésta también va a querer estar acompañada por este tipo de trabajadores.

El personal más adecuado será el de seguridad o el de mantenimiento, aunque puede ser cualquier otro tipo de trabajador siempre que tenga un buen conocimiento del edificio. Habitualmente son las personas que trabajan en el área las que tendrán menores dificultades para identificar cualquier objeto extraño o nuevo en la zona.

Por el jefe de la búsqueda se organizarán equipos de dos personas entrenadas. Deberá coordinarse la actuación de forma que los equipos no sólo no se interfieran en su trabajo sino que se complementen. Se formarán todos los equipos que sean necesarios para poder finalizar ésta en el menor tiempo posible.

Las instrucciones para todo el personal que participa en la búsqueda deben estar claras y ser siempre recordadas: sospechar de todo objeto anormal, no tocar ningún artefacto sospechoso, comunicar su existencia rápidamente al responsable de la búsqueda y nunca asumir que sólo hay un dispositivo.

Como regla general las búsquedas se realizarán siempre desde el exterior hacia el interior y, una vez dentro, desde los niveles inferiores a los niveles superiores.

La búsqueda en el exterior debe comenzar en el nivel del suelo prestando atención a las pilas de hojas o basura, los arbustos, papeleras, bocas del alcantarillado, vehículos aparcados. Es necesario prestar atención a las repisas de las ventanas, unidades de aire acondicionado, ornamentos constructivos o salidas de humos.


Las áreas interiores en donde es más factible que se depositen artefactos explosivos serán aquellas que estén más abiertas al público y las zonas que contienen instalaciones de servicio del edificio. Zonas a vigilar son los aseos o servicios, cubos de basura o papeleras, huecos de ascensor, escaleras, pasillos, rincones, algunos muebles, electrodomésticos y salas de máquinas, escaleras mecánicas y grupos electrógenos.

El equipo de búsqueda debe moverse de forma sistemática desde un área al área adyacente siguiendo un orden lógico. La primera medida a tomar en cada habitación o local a inspeccionar será realizar un chequeo auditivo, en el que, colocándose en distintos lugares de la sala, los miembros del equipo permanecerán quietos, con los ojos cerrados, escuchando atentamente en busca de algún sonido anormal.

En segundo lugar se dividirá el cuarto en zonas aproximadamente iguales en base al número de áreas de búsqueda y objetos a inspeccionar. En cada área de búsqueda se observará en primer lugar del nivel de la cintura para abajo y posteriormente del nivel de cintura para arriba; en último lugar se revisarán los techos.

Una vez que la sala ha quedado revisada es conveniente que sea señalizada de alguna manera que permita comprobar con facilidad que no se ha pasado ninguna por alto. Una forma puede ser la señalización con cinta adhesiva de una esquina del marco de la puerta de la habitación revisada.

La tarea de búsqueda va a exigir el mantenimiento de una cuidadosa atención por lo que fácilmente se producirá fatiga si se prolonga durante demasiado tiempo. Durante los primeros 15 ó 30 minutos los equipos pueden realizar la búsqueda con un buen nivel de eficacia, pero si está se prolonga más en el tiempo se incrementa la probabilidad de error, por lo que será conveniente tener previsto dar cortos periodos de descanso o el relevo de los equipos si la investigación va a prolongarse durante horas. 

Si finalmente se localiza un artefacto sospechoso se deberá avisar con urgencia a los equipos de especialistas de la policía. Si la evacuación aún no se había realizado se pondrá ésta en marcha. En general no será muy distinta de las evacuaciones previstas en los planes de emergencia para otros incidentes (incendios, etc.), únicamente habrá que tener en cuenta que se debe iniciar en la zona más cercana al lugar donde se ha localizado el paquete sospechoso, habrá que seleccionar los itinerarios de manera que se mantenga al personal alejado de dicho lugar, teniendo cuidado de no provocar una alarma generalizada, manteniendo la rapidez y el orden, y procurando que el personal lleve consigo sus pertenencias personales, ya que un bolso o portafolios que se deje abandonado y no tenga fácil identificación puede convertirse en un problema para los buscadores o los especialistas.

Al evacuar las dependencias se tendrá cuidado de dejar puertas y ventanas abiertas para garantizar la ventilación y minimizar los efectos de la salida de gases de la onda explosiva. Si se tiene tiempo se pueden proteger los cristales del astillado mediante el cruce de cintas adhesivas. Se tratarán de asegurar los elementos móviles que puedan ser proyectados y se cerrarán los circuitos de gas para evitar la multiplicación de los daños.

Javier Gómez Segura (2007)

miércoles, 30 de enero de 2013

Ser un soldado no es difícil: o te acostumbras o te matan. Lo más duro es conseguir vivir con tus recuerdos y volver a ser tú mismo después de hacer lo que has hecho

Lucien Badjoko
- ¡Replegaos!

El comandante grita. Esta vez van a darnos una buena paliza. El enemigo -los rebeldes tutsis- nos empuja hacia la selva, avanza sobre nosotros... está a pocos pasos. Yo cubro el repliegue porque tengo un lanzallamas. ¡Un lanzallamas pesa lo suyo!, pero es una buena arma. Yo, en realidad, nunca había visto ninguno hasta esta mañana, poco antes, en el aeropuerto, y he pedido que me dejaran probar uno. Los instructores al principio no quisieron porque no soy suficientemente grande. Es verdad que físicamente no resulto impresionante, y eso que estoy bastante alto para mis catorce años, pero les he dicho:

- ¡Yo ya he manejado metralletas LMG!

Se trata de artillería pesada y pocos chicos pueden jugar con algo semejante. Pero yo soy un niño soldado, un kadogo. En swahili kadogo quiere decir "demasiado pequeño", porque manejamos armas más grandes que nosotros. En cuanto al lanzallamas, el instructor ha dicho "Bueno", y ahora llevo uno. ¡Despide fuego! ¡Y alcanza muy, muy lejos! Es como un lanzacohetes: cuando tiras, apuntas y te metes algo en la boca -o gritas- para protegerte los oídos.

-¡Ehh, de frente, atención, ar!

Tiro y... fuego.

Debo decir que los tutsis han sido nuestros hermanos. Con ellos liberamos el gran Zaire del Leopardo, Mobutu, el año anterior. Vinieron especialmente de la vecina Ruanda para ayudarnos y fuimos avanzando a pie desde el Este hasta Kinshasa, la capital. Eso quiere decir que atravesamos todo el país a pie, lo que se dice pronto: como cuatro veces el tamaño de Francia y setenta y seis veces el de Bélgica. A pesar de todo ello, los tutsis intentaron poco después quitarle el sitio a nuestro presidente, Laurent Désiré Kabila...

Ayer amigos, hoy enemigos, quizá simples conocidos mañana...

En este momento oigo la música de sus armas muy cerca de nosotros: ¡rrrrrrrrr!, me gusta esa música; no tengo miedo porque sé que Dios me quiere mucho. Así que nos replegamos y corremos a la selva con la cabeza gacha. Los troncos de los árboles desfilan a nuestros costados, los arbustos nos rozan y golpean. Yo llevo en las manos mi fusil de asalto M16, ¡me gusta el ruido que hace! Es estupendo. Siento el peligro en alguna parte detrás de mí, pero sigo corriendo, ya estoy entrenado, no en vano es mi segunda guerra. De repente, mientras avanzo, veo a mi amigo Anissé de rodillas frente a un árbol, con una hoja sobre la cabeza. Parece que está rezando, pero ¿qué hace con esa hoja? Siento curiosidad.

Lucien Badjoko
- ¿Qué estás haciendo, amigo? Tenemos que replegarnos.

Otro amigo, Papi, se ha parado también para ver qué pasa. Anissé no se mueve, sólo nos dice:

- Marchaos vosotros, yo me voy a volver invisible.

- ¿Qué? -exclamamos.

Nos entran ganas de reir cuando nos damos cuenta de que ha ido a ver a un brujo y tiene consigo unos amuletos; como quiero verlos, le sigo la corriente:

- Primero hazte invisible y luego me iré... -le digo.

Comienza a hacerse un ovillo debajo de la hoja y nosotros empezamos a desternillarnos de risa.

- ¿Sigues viéndome? -me pregunta.

- ¡Pues claro que sigo viéndote, hermano! ¡Aquí delante, tal cual!

Lo toco con la punta del dedo, mientras Papi y yo nos reímos tanto que nos olvidamos de que estamos en guerra.

- Ehhh, Anisséééé...

Rrrrrrr. En ese momento dos balas le perforan a Papi la parte posterior de la cabeza. No hemos oído llegar a esos rebeldes del demonio, sólo queríamos reírnos un poco, y ellos, entre tanto, se han acercado y están cerca. Han tirado sin prevenirnos y ahora la cara de Papi ha desaparecido: veo la sangre brotar como si saliera de un grifo y el espanto me inmoviliza durante unos segundos, pero luego, de repente, echo a correr como un loco. Corro porque ahora sí que tengo miedo, porque he vuelto a perder un amigo y otra vez he visto manar la sangre. Es la muerte lo que se precipita detrás de mi y me persigue; flota y discurre a toda velocidad, como una corriente de agua, se cuela entre los árboles.... me acosa, soy su presa. Por eso corro y corro, hasta que su presencia es tan potente que acabo por volverme...

Nadie.

Miro: el enemigo se ha detenido allá lejos, junto a Anissé. De pronto siento como si mi uniforme estuviera empapado en agua caliente. "¿Cómo es posible?", me digo; la toco, pero el agua es roja... ¡Sangre! ¡Otra vez! He recibido un tiro entre las costillas, en el mismo sitio que en la última ocasión. Al instante me siento débil y la cabeza me da vueltas; las piernas también flojean hasta que no son capaces de sostenerme y me caigo.Tiro el lanzallamas y conservo sólo mi arma ligera y mi pistola, mi "niña", a la que no dejo ni para ir al baño. Repto, pues no quiero que me cojan, conozco a los tustis y son muy crueles, así que sigo arrastrándome; tiro un cargador pero me quedo por completo sin fuerzas, hasta que me detengo bajo un árbol. 

Todo está en calma a mi alrededor: oigo a los ruandeses, que hablan Swahili con su peculiar acento, que no es el mismo que el nuestro -el de la gente del Este-, es un acento más pesado.

Han cogido a Anissé de la mano.

- ¿Qué haces aquí pequeño?

- Esperaba hacerme invisible.

Lo oigo todo, sé que tiene miedo.

-¿Qué?

Anissé se echa a llorar y lo confiesa todo.

- Fui a ver a un brujo y me dijo que con ayuda de esta hoja y, si rezaba, podría volverme invisible y que entonces sería invencible y ...

Los rebeldes se ríen. En la selva los ruidos resuenan de una manera asombrosa, el más mínimo rumor se difunde a docenas de metros, así que yo escucho y puedo verlos con su uniforme de camuflaje un poco amarillento. Uno de ellos avanza hacia mi amigo con su machete -a los ruandeses les gusta cortar-, ha dejado de reírse, pero los demás gritan y cantan. Conozco el ritual y no anuncia nada bueno para Anissé, que implora perdón diciendo que podrían llevárselo con ellos, que es un buen combatiente y que... ¡Chas! Le cortan un brazo, el derecho; sin piedad, porque sí.Y ahí los tienes riéndose de nuevo mientras Anissé, de rodillas, grita y llora. Se le ve tan pequeño...

- ¡Ve a decirles a tus amigos que eres tonto!

Él se levanta penosamente y se aleja despavorido sin su brazo. Así es la guerra: instantánea. Todo cambia en dos segundos; unos minutos antes éramos tres amigos que se reían, y, de repente Papi muere, Anissé es mutilado y yo me encuentro tirado en el suelo sin fuerzas.

Mi amigo viene hacia mi, lo veo acercarse desde lejos con su brazo cortado y toda aquella sangre. Los otros se han ido por donde venían, es una suerte que no me hayan visto....

¡Sí!, un poco de suerte no viene mal.

-Anissé, Anissé -murmuro.

Me oye y se acerca.

-Luciano -es mi nombre de guerra-, ¿qué haces aquí? Tenemos que irnos, tienes que andar. ¡Son muy malos!¡Mira lo que me han hecho!

-Se me han acabado las fuerzas, amigo, me han herido. Diles a los demás que estoy aquí.

Se va y me quedo solo, tirado en plena selva y esperando que al menos Anissé pueda llegar al campamento... Seguro que el pobre visitó a un falso morabito. ¡Ah! Hoy no hubiera debido estar en el frente, ésta era una operación de policía de intervención rápida y yo no formo parte de sus tropas, pero esta mañana se han acercado a mi puesto y me han dicho:

-El RCD-Goma (el partido de los rebeldes) ha atacado Katanga. ¿Vienes?

Katanga es la región natal de Mzee -a nuestro presidente aventurero, Laurent Désiré Kabila, lo llamamos Mzee, que en swahili quiere decir "anciano", "sabio". Es un título honorífico.. Pelear otra vez... No tenía ganas de ir al frente nunca más, ya he vivido demasiados horrores. Sin embargo luego vi como se preparaban y me dije a mi mismo que era un cobarde, así que fui a ver al capitán.

-Dadle un equipo.

Un soldado me tendió un kalachnikov.

-No, dame un M16.

Y me fui al frente. Antes de subir al avión me dije que seguramente me arrepentiría y ahora yago aquí. Pienso en mi madre, a la que no he visto desde la última vez que estuve en el hospital, hace ya tanto tiempo... Patria mía, por ti hago tantos sacrificios; te has convertido en la República Democrática del Congo gracias a mí, sí... Tantos sacrificios y ahora creo que voy a reventar, solo como un perro. Pfff. Así es la guerra: ayer enemigos, hoy amigos, mañana simples conocidos... Soy un héroe, pero ¿a quién le importa? Sin embargo hemos echado al gran Leopardo, a Mobutu Sese Seko Wa Zabanga con sus FAZ, sus Fuerzas Armadas Zaireñas. ¡Auténticos gángsteres! Su dedicación principal era el pillaje; por ejemplo, si salías de una tienda con una tele sobre la cabeza te decían: "Ep, ven para acá" y te la quitaban sin el menor escrúpulo. Nosotros, los kadogos, hemos librado al pueblo de esos bandidos y hemos dado la vida por ello, lo hemos dado todo. Mamá, ¿dónde estás en este momento? Mira este árbol, mira lo alto que es... ¿Cuántos años debe de haber cumplido, eh?¿Y yo?Yo sólo tengo catorce años y nadie va a acordarse de mi...

-¡Lucien, Lucien! -oigo.

¡Anda, aquí están! Han venido a buscarme. Anissé, sin brazo el pobre, ha encontrado el camino. ¡Que Dios te bendiga, Anissé!

-Estoy aquí, hermano...

Me llevaron al campamento y luego subí a un avión para que me curasen en Kinshasa. No estaba demasiado grave, así que dos meses más tarde ya me levantaba, pero me dije: "Seguiré siendo militar de nombre pero no volveré al frente. No. Y si me obligan, me mataré. Se sufre demasiado" (Lucien Badjoko, 2006. Yo fuí un niño soldado)

Un niño o niña soldado es cualquier persona menor de 18 años que forma parte de cualquier tipo de fuerza o movimiento armado, ya sea regular o irregular, en cualquier condición. Esta definición incluye a aquellos que realizan tareas que van desde la participación directa en combate, la colocación de minas anti-personas o explosivos, el espionaje, la cocina, porteadores y la esclavitud sexual.

El director y guionista español Esteban Crespo denuncia en su nuevo cortometraje, 'Aquel no era yo' (Producciones Africanauan), la situación que viven los más de 250.000 menores de 18 años que, en la actualidad, son utilizados como soldados para participar activamente en conflictos armados en 21 países del mundo y refleja la "entrega" de los cooperantes. 

Son niñas y niños de América latina, África  Asia, y también de Europa, pero la mayoría de las niñas y niños soldados se encuentran en África  Según cálculos de las Naciones Unidas en este continente hay más de cien mil niñas y niños afectados, sobretodo en Uganda, Liberia, República democrática de Congo y Sudán.

El corto narra en 25 minutos la historia de Paula (Alejandra Lorente), una cooperante española y Kaney, un niño africano que, a pesar de su corta edad, porta un fusil en la mano como el resto de sus compañeros, niños soldado. La vida de ambos se cruza cuando Paula decide acompañar a su pareja, Juanjo (Gustavo Salmerón), hasta África para rescatar a algunos de estos niños y un disparo cambia sus vidas para siempre. El hilo conductor del cortometraje es la narración que Kaney hace de la historia frente a un auditorio de cientos de personas varios años después de los hechos. Así, se observa cómo, poco a poco,va explicando por qué hizo lo que hizo bajo las órdenes del general del Ejército Rebelde al que, en el fondo le consideraba su familia.


Según Kindernothilfe, la mayoría de las niñas, niños y jóvenes que actualmente participan en aproximadamente 20 conflictos armados en todo el mundo, no luchan dentro de ejércitos oficiales, sino bajo el mando de otros grupos armados. La mayoría de ellos son forzados a luchar con armas, otros se enrolan "voluntariamente" porque no ven otra alternativa para subsistir que no sea participar en la guerra. Las razones para este "voluntariado" son la carencia de perspectivas para encontrar un trabajo o para educarse, o simplemente el deseo de salir del entorno violento dentro de la propia casa. La venganza juega también un rol importante, cuando, por ejemplo algunos miembros de la familia han sido muertos durante un conflicto armado.

Los niños implicados en conflictos armados son a la vez víctimas y victimarios, son maltratados, sujetos a palizas y objeto de constante humillación. Los niños y niñas soldados son muy útiles para los grupos armados por su alto grado de lealtad al grupo y poca reflexión sobre el si es correcta o no su conducta, convirtiéndolos en auténticas y peligrosas armas de combate.

Esteban Crespo
En una entrevista concedida a Europa Press, Crespo, que fue cooperante durante un tiempo en Guinea Ecuatorial, Namibia y Zimbabwe, y, por ello, conoce de cerca la realidad del continente, ha afirmado que para estos niños la revolución "lo es todo" y el Ejército, no sólo sus generales, sino también el resto de niños, son "su familia". "Creen que están salvando su país y que su país sin ellos no puede salvarse", explica.

Además, al ser pequeños "son fáciles de convencer, no se hacen preguntas, no se niegan a hacer nada y, en general, son huérfanos". A su juicio, estas son las claves para que se dé esta práctica perversa en tantos países, no sólo de África sino también del continente asiático y americano. "Se lo creen y actúan en consecuencia, les da igual la vida de los demás", indica.

El director de Aquel no era yo desearía hacer conscientes a los españoles y a todo el mundo de que esta realidad "no es una cosa del pasado" sino que sigue sucediendo en la actualidad, incluso en países que, según ha apuntado, "sorprenderían".

El corto ya ha recibido 45 premios en 38 festivales distintos y hasta el momento ha resultado finalista entre las candidaturas al mejor cortometraje de ficción español en la edición de los premios Goya del año 2013.






lunes, 28 de enero de 2013

Las necesidades intangibles y el derecho a la participación de las víctimas del terrorismo


Uno de los argumentos frecuentemente utilizados por los detractores de la participación de las víctimas, como sociedad civil, en la propia lucha antiterrorista tiene que ver con el planteamiento de dudas acerca de su objetividad a causa de una supuesta sobreimplicación emocional en el problema. Sobreimplicación que, según estos planteamientos, haría poco conveniente su participación en los procesos de búsqueda de solución a la violencia.

Sin embargo, la participación en los procesos políticos no solo es un derecho de todos los ciudadanos, sino que además se configura como una necesidad para las víctimas. Sin ella se verían seriamente desatendidas las que Agata Serranó denomina Necesidades Intangibles de las victimas(1).

Agata Serranó
Al hablar de participación estamos hablando de un derecho ciudadano que se proyecta de manera transversal en cada uno de los derechos de las víctimas. La normativa internacional de derechos humanos reconoce como un principio fundamental el derecho a la participación de las víctimas, que podrá hacerse a través de asociaciones o de manera individual. Según el propio Manual de las Naciones Unidas de 1999, sobre la aplicación de la declaración de 1985, las organizaciones de víctimas “desempeñan un rol clave en el inicio, desarrollo y aplicación de políticas y servicios”. 

J.M. Tamarit Sumalla
Aunque algunos expertos han señalado la existencia de un “riesgo de que las asociaciones favorezcan que las víctimas se instalen en su condición de víctimas y que lleven consigo esa etiqueta de modo permanente. El reto está en ayudar a la víctima a que supere su situación aunque es lógico que antes de ello luchen para conseguir un reconocimiento”[2], lo cierto es que gracias a este tipo de organizaciones algunas víctimas comenzaron a recibir los primeros apoyos, y han terminado por favorecer la visibilidad y el reconocimiento de la victimización terrorista, lo que ha supuesto un cambio fundamental en las sociedades.

Las víctimas han venido reivindicando, a través de sus asociaciones, un conjunto de derechos o principios que deben ser tenidos en cuenta al abordar su situación: verdad, memoria, dignidad y justicia[3]

Estos derechos no pueden considerarse como compartimentos estancos ya que están íntimamente relacionados entre sí, y no son posibles sin la participación de las víctimas. 

El derecho a la verdad 

La verdad es una necesidad central para las víctimas. El derecho a la verdad se relaciona con el deber público de fomentar una investigación efectiva, rápida, completa e imparcial de la victimización terrorista como violación grave de los derechos humanos que exige una condena. El derecho a la verdad está íntimamente ligado al derecho a la justicia. La justicia implica simultáneamente un proceso y un resultado dentro del Estado de Derecho que se traduce en la ausencia de impunidad. La impunidad se produce cuando no se declara públicamente la responsabilidad de los autores de la victimización y su obligación de reparar. 

Ronald Fraser
Ronald Fraser advertía que la verdad, como conocimiento público, debe ser previa a la memoria colectiva ya que la memoria será siempre una re-elaboración en forma de reconocimiento[4]. Este concepto de verdad no se plantea en términos de problema filosófico sino como el conocimiento contrastado sobre la victimización al que tienen derecho las víctimas del terrorismo en sentido amplio y la propia sociedad[5].

Debe emplearse un método riguroso de búsqueda de huellas y rastros de la victimización que parta desde un punto de vista de cuestionamiento de ésta, sin aceptar la victimización como algo natural o inevitable. 

De acuerdo con el informe monográfico de la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos, presentado a la Asamblea General de las Naciones Unidas el 7 de junio de 2007, el derecho a la verdad en relación con las violaciones graves de derechos humanos es un derecho emergente, autónomo e inalienable, unido al deber estatal de garantizar una protección y una reparación efectivas. Se trata de un derecho absoluto no derogable ni sujeto a limitaciones, con dimensiones individuales y sociales. Implica el conocimiento de los hechos lo más completo posible, de sus protagonistas (víctimas y victimarios) y sus circunstancias específicas. Está dirigido hacia la evitación de la impunidad y de futuras victimizaciones, en relación con la dignidad, la justicia y la reparación a los afectados. De hecho, en algunos textos internacionales se reconoce el derecho a la verdad como una forma de reparación. 

El derecho a la memoria 

Manuel Reyes Mate
No existe un acuerdo doctrinal sobre un único concepto de memoria, pero todos los expertos muestran acuerdo en cuanto a su complejidad y necesidad. Reyes Mate[6] señala cómo asistimos a un cambio cultural respecto de la memoria de las víctimas: “La memoria es el inicio de un proceso que se consuma en la reconciliación, término que provoca sarpullidos por lo que tiene de ambiguo (acostumbran a utilizarlo quienes más alejados han estado de las víctimas) y prematuro (pretende anticipar una situación que no da señales de concordia). Reconciliación significa recuperar para la sociedad a las víctimas y a los victimarios: a las víctimas mediante la realización de su significación política; a los victimarios, mediante un proceso vertebrado en torno al concepto de perdón político, un gesto gratuito por parte de la víctima, pero no gratis pues presupone un ademán previo del victimario”

El derecho de las víctimas a la memoria se configura actualmente como un deber público para evitar la impunidad. En el informe monográfico antes señalado de la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos, se indicaba que el derecho a la memoria colectiva entraña un deber público de fomentar, mantener y facilitar el acceso público a los archivos sobre victimización de graves violaciones de derechos humanos. 

Carmen Iglesias
La reflexión sobre la memoria exige un trabajo a largo plazo que pasa por la verdad y, por tanto, no puede improvisarse. Existe una memoria individual, subjetiva de cada víctima del terrorismo, pero al hablar del derecho a la memoria se habla básicamente de la memoria colectiva, compleja, compartida, consensuada y no manipulada. Implica más que un recuerdo emocional y no puede ser una memoria ideologizada que avive sin fin los resentimientos entre grupos sociales. De acuerdo con Carmen Iglesias debe ser una memoria comprometida con el Estado de Derecho en la que se deje claro que la violencia nunca ha estado justificada y que los victimarios son responsables de sus actos[7]

Claudio Magris
Uno de los principales objetivos del terrorismo es imponer su relato de que los hechos estaban justificados. Esto va en contra del principio internacional de la memoria debida a las víctimas, así como de su significación política como ciudadanos insustituibles en un Estado de Derecho plural. La memoria de las víctimas del terrorismo no se cierra en la victimización padecida, sino en el protagonismo de su reacción frente a ella. La memoria otorga sentido a la victimización como resistencia frente a la violencia[8]. El acto de recordar es doloroso, pero esperanzador, supone una forma de justicia al proteger a las víctimas del olvido. 

Para Xabier Etxeberria[9] una ética de la memoria, como derecho de las víctimas en Euskadi, tendría tres implicaciones prácticas: 
  • Renunciar al olvido y a la negación de la victimización terrorista.
  • Escucha y acompañamiento empático de las víctimas, respetando sus derechos e intereses legítimos, para que su relato enriquezca el discurso político sobre el pasado, el presente y el futuro, y que éste influya en los procesos de socialización.
  • Estimular conmemoraciones cercanas y participativas hacia las víctimas e impedir homenajes a los victimarios. 
Xabier Etxeberria
Las víctimas del terrorismo de ETA se han ido haciendo visibles de forma progresiva. Al principio solo trascendían las víctimas de ataques mortales, y no sus supervivientes. Después el reconocimiento se extendió a las indirectas y dentro de ellas, más tarde, se están comenzando a abordar los efectos longitudinales de la victimización en las segundas y terceras generaciones. Con el tiempo también se han hecho visibles las personas que sufrieron victimización en las primeras décadas, así como las que estuvieron o están amenazadas, y las que tuvieron o han tenido que marcharse del País Vasco. La ampliación de los sujetos de la memoria colectiva hará que la riqueza del relato se incremente con el tiempo. 

El derecho a la dignidad

La dignidad constituye un valor jurídico fundamental de nuestro ordenamiento jurídico. Según el artículo 10.1 de la Constitución Española, “La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social”. 

De acuerdo con la STC 53/1985, de 11 de abril, la dignidad es un valor espiritual y moral inherente a toda persona por el hecho de serlo, lo que dificulta su precisión meramente jurídica. La dignidad se manifiesta, entre otros aspectos, en la autonomía personal y en la prohibición de la instrumentalización de las personas. A la persona se le reconoce como un ser dotado de un fin propio y nunca como un medio para la consecución de fines ajenos a su realización personal. Por tanto, la victimización terrorista se presenta claramente como deshumanización de las víctimas. Ello les hace especialmente sensibles a cualquier otro tipo de ataque que ahonde dicha deshumanización.

Así, las administraciones públicas deberían procurar evitar y reaccionar ante cualquier conducta que produzca una amenaza, una restricción o una lesión a la dignidad de las víctimas con posterioridad al hecho delictivo, asegurando que éstas sean tratadas con humanidad y respeto a su dignidad y adoptando medidas que garanticen su seguridad, su bienestar físico y psicológico y su intimidad.

El derecho a la Justicia

El derecho a la justicia se configura como una de las reivindicaciones más importantes de las víctimas y sus asociaciones. Es una constante en la mayoría de los testimonios de las víctimas del terrorismo la insistencia en la necesidad de justicia y la confianza en el buen funcionamiento del Estado de Derecho, renunciando a la venganza[10].

Así, en la Declaración de Balmaseda, sobre la dignificación y los derechos de las víctimas del terrorismo, de 24 de febrero de 2007, elaborada por varios colectivos de víctimas, se reclamaron los siguientes derechos:
  • Derecho a la información sobre los procesos judiciales y a personarse en ellos.
  • Derecho a conocer en cualquier momento la situación penitenciaria de sus agresores.
  • Derecho al alejamiento de los que no quieren convivir. Derecho a que se apliquen órdenes de alejamiento, incluyendo casos de amenazas. El alejamiento se entiende aquí tanto como medida cautelar como sanción penal.
  • Derecho a la no victimización secundaria por parte de la administración (tramites administrativos complejos y largos, tribunales evaluadores que hacen sentir a la víctima culpable de los hechos, falta de coordinación, falta de humanidad en el trato, falta de información, falta de formación de los profesionales que atienden a las víctimas, etc). 
Adicionalmente, el 19 de febrero de 2009, la mayor parte de las asociaciones de víctimas emitieron un comunicado conjunto en el que manifestaron la “exigencia en reclamar justicia para la persecución y encarcelamiento de los criminales que subvierten los valores de convivencia, de tolerancia y libertad del Estado de Derecho”.[11]

El Comité de Ministros del Consejo de Europa, en su recomendación (85) 11, sobre la posición de la víctima en el marco del derecho y el proceso penal, indica que una de las funciones fundamentales de la justicia penal debería ser responder a las necesidades de las víctimas y proteger sus intereses, para reducir la victimización secundaria, favorecer su confianza en la justicia y la colaboración con ella.

Tanto en el manual de las Naciones Unidas sobre justicia, relativo a la utilización y aplicación de la Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder (1999), como en la Decisión Marco del Consejo de la Unión Europea, sobre el Estatuto Jurídico de la Víctima en el Proceso Penal, de 15 de marzo de 2001, se señala que los derechos de las víctimas en relación con la administración de justicia pueden agruparse en los siguientes apartados: 
  1. Participación en el proceso y en las actuaciones penales: Las víctimas deben poder ser parte en el proceso, o al menos ser oídas y poder presentar elementos de prueba. La justicia debe abarcar aspectos retributivos, con la imposición de una pena, reparadores del daño producido a las víctimas y una reinserción activa, participativa e interna por parte del interesado, y no meramente pasiva[12]. Ante los intentos de paz las víctimas temen una paz sin justicia. La justicia restaurativa debe ofrecer marcos de actuación complementarios al castigo que no impliquen impunidad y coloquen la reparación a la víctima en el centro del proceso[13]. En esta línea Reyes-Mate señala que hacer justicia a las víctimas significa reparar el daño personal, dentro de lo posible, y el daño político que supone el mensaje terrorista (decir que sobraban de la sociedad soñada por el terrorista). Para reparar el daño político deben realizarse reconocimientos públicos y sociales (más que institucionales) antes de hablar de reconciliación. Reparar significa también que no se vuelva a producir la injusticia: “Para desterrar de la política en el futuro toda violencia hay que asumir toda la responsabilidad respecto a la violencia pasada (…) No se trata con esto de endurecer las políticas penitenciarias o el Código Penal. Se trata de que quien mata tome conciencia de la injusticia que comete y del daño que ha causado a la víctima, a la sociedad y a sí mismo”.[14]
  2. Protección de la dignidad, la intimidad y la seguridad: Debe atenderse a las singularidades y posibles vulnerabilidades de cada víctima y facilitar la adopción de medidas durante el proceso para evitar la desprotección de dichos derechos. Además de salvaguardar la intimidad ante los medios de comunicación. La protección hacia las víctimas y sus familiares debe extenderse también a los testigos protegidos y a los peritos. En caso necesario, la protección debe abarcar a los representantes jurídicos de las víctimas e incluso de la posible acusación particular. 
  3. Información: El derecho a la información comprende todas las fases del proceso penal. La información mínima que debería recibir la víctima abarca el tipo de servicios u organizaciones a los que puede dirigirse; el tipo de apoyo que puede recibir de ellos; el lugar y modo de presentar denuncia y su papel respecto de ésta a lo largo del proceso; las condiciones para obtener protección; el asesoramiento o asistencia jurídica gratuita, cuando se tenga derecho a ello; los requisitos sobre un posible derecho de indemnización; e información adicional pertinente en caso de residir en otro Estado.[15]
Mikel Buesa
El concepto de justicia debe significar la condena del culpable y la reparación. Para muchas víctimas de atentados protagonizados por personas amnistiadas o indultadas a finales de los años sesenta y entre 1982 y 1989, no hubo justicia: “asumíamos nuestra tragedia en soledad y silencio” frente a las celebraciones de muchos de democracia y paz. No hubo reconocimiento del daño, ni reinserción activa, sino una “situación injusta” que, además, no consiguió terminar con el terrorismo. Ante el proceso de paz abierto en 2005 también se alzaron voces de víctimas temiendo: “…el desprecio, la humillación y el trago amargo de un intento de pacificación basado en el mercadeo de la sangre de víctimas del terror”[16] 

De acuerdo con la coordinadora de Gesto por la Paz: “La reconciliación sólo puede tener una base sólida en la medida en que se produzca una escrupulosa aplicación de la justicia. En este sentido se deben continuar investigando todos los hechos delictivos que hayan ocurrido, celebrar los procesos judiciales pendientes, o que de aquellos se deriven, y ejecutar las sentencias. La posibilidad deseada por todo el mundo de que no se produzcan más atentados no puede alterar la obligación de perseguir y juzgar a las personas culpables. El hecho de que se celebre un juicio supone un reconocimiento público de que se produjo un delito contra alguien en particular, contra la convivencia de todos; y de quiénes fueron sus autores. Para muchas víctimas, al recibir la agresión, comienza un intento en vano de racionalizar cómo, quién y por qué les ha sucedido a ellas. Difícilmente alguien podrá responder a todas y cada una de estas cuestiones; sin embargo, el que se reconozca que han sido objeto de una injusticia, les ayuda a elaborar el duelo sobre la muerte del ser querido y a enfrentarse al futuro con mayor esperanza y dignidad…”[17] 

En este mismo sentido Maite Pagazaurtundúa señala cómo existen víctimas que han sufrido un “dolor innecesario por las decisiones de gente que creía que tenía que intentar terminar con ETA y que la oportunidad existía fuera de la estrategia antiterrorista”. Algunas víctimas reclaman transparencia y expresan su interés por conocer cuáles serán los términos generales de un proceso de paz: “las víctimas se merecen un final del terrorismo sin fraude de ley, en el que para alcanzar la reinserción sea preciso el arrepentimiento, ya que una idea progresista de los derechos humanos exige algo distinto a esos sitios con leyes de punto final o de esos lugares donde se han cruzado la venganza y los terrorismos”[18] 

Para Reyes Mate “las víctimas no son sólo un problema que resolver, sino el paso obligado de cualquier solución, pues tienen la clave de la posible integración de la parte violenta en la futura comunidad política reconciliada. De ahí su autoridad moral... El posible diálogo pasa por un rito de iniciación en el lenguaje de la humanidad que el verdugo sólo puede hacer de la mano de la víctima… La política siempre estará tentada de acortar los tiempos, propiciando el fin de la violencia a cualquier precio, pero este recorte en tiempo lo es también moral”[19]






[1] Serranò, A. (2012) Victims of Terrorism Multi-disciplinary Approaches. Understanding Victims Needs. Saint Andrews (UK)
[2] Tamarit Sumalla, J.M. (2005). Estudios de victimología: Actas del I Congreso Español de Victimología. Valencia: Tirant lo Blanch
[4] Fraser y Beltran (2007). Recuérdalo tú y recuérdalo a otros: Historia oral de la Guerra Civil Española. Barcelona: Crítica.
[5] Varona, Lamarca, Hernández, López de Foronda, Pagola y Oca (2009). Atención institucional a las víctimas del terrorismo en Euskadi. Ararteko. 
[6] Reyes-Mate, M. (2008). Justicia de las víctimas. Terrorismo, memoria, reconciliación. Barcelona: Fundación Alternativas y Anthropos.
[7] Iglesias, C. (2008). No siempre lo peor es cierto. Estudios sobre Historia de España. Barcelona: Círculo de Lectores.
[8] Magris, C. (2008). La historia no ha terminado. Ética, política, laicidad. Barcelona: Anagrama.
[9] Etxeberria, X. (2007). Dinámicas de la memoria y víctimas del terrorismo. Bilbao: Bakeaz.
[10] Arroyo Zuriarrain, S. (2007). La victimización relatada por las víctimas del terrorismo. En Panorámica actual y perspectivas de la Victimología: la Victimología y el sistema penal. Madrid: Consejo General del Poder Judicial.
[12] Altuna, A. y Ustarán, J.I. (2005). Justicia retributiva, justicia reparadora y reinserción activa. El Diario Vasco, 23-05-05, p. 16
[13] Varona Martínez, G. (2008). La Criminología ante la justicia restaurativa en delitos de terrorismo de ETA: Para que el sueño no se convierta en pesadilla. XV Congreso Mundial de la Sociedad Internacional de Criminología. Barcelona: 24 de julio de 2008.
[14] Reyes-Mate, M. (2008). Justicia de las víctimas. Terrorismo, memoria, reconciliación. Barcelona: Fundación Alternativas y Anthropos.
[15] Arroyo Zuriarrain, S. (2007). La victimización relatada por las víctimas del terrorismo. En Panorámica actual y perspectivas de la Victimología: la Victimología y el sistema penal. Madrid: Consejo General del Poder Judicial.
[16] Buesa, M. (2006). Víctimas del terrorismo y políticas del perdón. Cuadernos de pensamiento político. Abril/junio: 9-22.
[17] Bilbao, G. y Etxeberria, X. (2005). La presencia de las víctimas del terrorismo en la educación para la paz en el País Vasco. Bilbao: Bakeaz.
[18] El Diario Vasco, 9.02.08, p. 36
[19] Reyes Mate, M. (2007). El significado de las víctimas en nuestro tiempo. En II Congreso de la Sociedad Española de Victimología. Conocer, reconocer y reparar a las víctimas. Donostia-San Sebastián. Libro de resúmenes.