miércoles, 30 de enero de 2013

Ser un soldado no es difícil: o te acostumbras o te matan. Lo más duro es conseguir vivir con tus recuerdos y volver a ser tú mismo después de hacer lo que has hecho

Lucien Badjoko
- ¡Replegaos!

El comandante grita. Esta vez van a darnos una buena paliza. El enemigo -los rebeldes tutsis- nos empuja hacia la selva, avanza sobre nosotros... está a pocos pasos. Yo cubro el repliegue porque tengo un lanzallamas. ¡Un lanzallamas pesa lo suyo!, pero es una buena arma. Yo, en realidad, nunca había visto ninguno hasta esta mañana, poco antes, en el aeropuerto, y he pedido que me dejaran probar uno. Los instructores al principio no quisieron porque no soy suficientemente grande. Es verdad que físicamente no resulto impresionante, y eso que estoy bastante alto para mis catorce años, pero les he dicho:

- ¡Yo ya he manejado metralletas LMG!

Se trata de artillería pesada y pocos chicos pueden jugar con algo semejante. Pero yo soy un niño soldado, un kadogo. En swahili kadogo quiere decir "demasiado pequeño", porque manejamos armas más grandes que nosotros. En cuanto al lanzallamas, el instructor ha dicho "Bueno", y ahora llevo uno. ¡Despide fuego! ¡Y alcanza muy, muy lejos! Es como un lanzacohetes: cuando tiras, apuntas y te metes algo en la boca -o gritas- para protegerte los oídos.

-¡Ehh, de frente, atención, ar!

Tiro y... fuego.

Debo decir que los tutsis han sido nuestros hermanos. Con ellos liberamos el gran Zaire del Leopardo, Mobutu, el año anterior. Vinieron especialmente de la vecina Ruanda para ayudarnos y fuimos avanzando a pie desde el Este hasta Kinshasa, la capital. Eso quiere decir que atravesamos todo el país a pie, lo que se dice pronto: como cuatro veces el tamaño de Francia y setenta y seis veces el de Bélgica. A pesar de todo ello, los tutsis intentaron poco después quitarle el sitio a nuestro presidente, Laurent Désiré Kabila...

Ayer amigos, hoy enemigos, quizá simples conocidos mañana...

En este momento oigo la música de sus armas muy cerca de nosotros: ¡rrrrrrrrr!, me gusta esa música; no tengo miedo porque sé que Dios me quiere mucho. Así que nos replegamos y corremos a la selva con la cabeza gacha. Los troncos de los árboles desfilan a nuestros costados, los arbustos nos rozan y golpean. Yo llevo en las manos mi fusil de asalto M16, ¡me gusta el ruido que hace! Es estupendo. Siento el peligro en alguna parte detrás de mí, pero sigo corriendo, ya estoy entrenado, no en vano es mi segunda guerra. De repente, mientras avanzo, veo a mi amigo Anissé de rodillas frente a un árbol, con una hoja sobre la cabeza. Parece que está rezando, pero ¿qué hace con esa hoja? Siento curiosidad.

Lucien Badjoko
- ¿Qué estás haciendo, amigo? Tenemos que replegarnos.

Otro amigo, Papi, se ha parado también para ver qué pasa. Anissé no se mueve, sólo nos dice:

- Marchaos vosotros, yo me voy a volver invisible.

- ¿Qué? -exclamamos.

Nos entran ganas de reir cuando nos damos cuenta de que ha ido a ver a un brujo y tiene consigo unos amuletos; como quiero verlos, le sigo la corriente:

- Primero hazte invisible y luego me iré... -le digo.

Comienza a hacerse un ovillo debajo de la hoja y nosotros empezamos a desternillarnos de risa.

- ¿Sigues viéndome? -me pregunta.

- ¡Pues claro que sigo viéndote, hermano! ¡Aquí delante, tal cual!

Lo toco con la punta del dedo, mientras Papi y yo nos reímos tanto que nos olvidamos de que estamos en guerra.

- Ehhh, Anisséééé...

Rrrrrrr. En ese momento dos balas le perforan a Papi la parte posterior de la cabeza. No hemos oído llegar a esos rebeldes del demonio, sólo queríamos reírnos un poco, y ellos, entre tanto, se han acercado y están cerca. Han tirado sin prevenirnos y ahora la cara de Papi ha desaparecido: veo la sangre brotar como si saliera de un grifo y el espanto me inmoviliza durante unos segundos, pero luego, de repente, echo a correr como un loco. Corro porque ahora sí que tengo miedo, porque he vuelto a perder un amigo y otra vez he visto manar la sangre. Es la muerte lo que se precipita detrás de mi y me persigue; flota y discurre a toda velocidad, como una corriente de agua, se cuela entre los árboles.... me acosa, soy su presa. Por eso corro y corro, hasta que su presencia es tan potente que acabo por volverme...

Nadie.

Miro: el enemigo se ha detenido allá lejos, junto a Anissé. De pronto siento como si mi uniforme estuviera empapado en agua caliente. "¿Cómo es posible?", me digo; la toco, pero el agua es roja... ¡Sangre! ¡Otra vez! He recibido un tiro entre las costillas, en el mismo sitio que en la última ocasión. Al instante me siento débil y la cabeza me da vueltas; las piernas también flojean hasta que no son capaces de sostenerme y me caigo.Tiro el lanzallamas y conservo sólo mi arma ligera y mi pistola, mi "niña", a la que no dejo ni para ir al baño. Repto, pues no quiero que me cojan, conozco a los tustis y son muy crueles, así que sigo arrastrándome; tiro un cargador pero me quedo por completo sin fuerzas, hasta que me detengo bajo un árbol. 

Todo está en calma a mi alrededor: oigo a los ruandeses, que hablan Swahili con su peculiar acento, que no es el mismo que el nuestro -el de la gente del Este-, es un acento más pesado.

Han cogido a Anissé de la mano.

- ¿Qué haces aquí pequeño?

- Esperaba hacerme invisible.

Lo oigo todo, sé que tiene miedo.

-¿Qué?

Anissé se echa a llorar y lo confiesa todo.

- Fui a ver a un brujo y me dijo que con ayuda de esta hoja y, si rezaba, podría volverme invisible y que entonces sería invencible y ...

Los rebeldes se ríen. En la selva los ruidos resuenan de una manera asombrosa, el más mínimo rumor se difunde a docenas de metros, así que yo escucho y puedo verlos con su uniforme de camuflaje un poco amarillento. Uno de ellos avanza hacia mi amigo con su machete -a los ruandeses les gusta cortar-, ha dejado de reírse, pero los demás gritan y cantan. Conozco el ritual y no anuncia nada bueno para Anissé, que implora perdón diciendo que podrían llevárselo con ellos, que es un buen combatiente y que... ¡Chas! Le cortan un brazo, el derecho; sin piedad, porque sí.Y ahí los tienes riéndose de nuevo mientras Anissé, de rodillas, grita y llora. Se le ve tan pequeño...

- ¡Ve a decirles a tus amigos que eres tonto!

Él se levanta penosamente y se aleja despavorido sin su brazo. Así es la guerra: instantánea. Todo cambia en dos segundos; unos minutos antes éramos tres amigos que se reían, y, de repente Papi muere, Anissé es mutilado y yo me encuentro tirado en el suelo sin fuerzas.

Mi amigo viene hacia mi, lo veo acercarse desde lejos con su brazo cortado y toda aquella sangre. Los otros se han ido por donde venían, es una suerte que no me hayan visto....

¡Sí!, un poco de suerte no viene mal.

-Anissé, Anissé -murmuro.

Me oye y se acerca.

-Luciano -es mi nombre de guerra-, ¿qué haces aquí? Tenemos que irnos, tienes que andar. ¡Son muy malos!¡Mira lo que me han hecho!

-Se me han acabado las fuerzas, amigo, me han herido. Diles a los demás que estoy aquí.

Se va y me quedo solo, tirado en plena selva y esperando que al menos Anissé pueda llegar al campamento... Seguro que el pobre visitó a un falso morabito. ¡Ah! Hoy no hubiera debido estar en el frente, ésta era una operación de policía de intervención rápida y yo no formo parte de sus tropas, pero esta mañana se han acercado a mi puesto y me han dicho:

-El RCD-Goma (el partido de los rebeldes) ha atacado Katanga. ¿Vienes?

Katanga es la región natal de Mzee -a nuestro presidente aventurero, Laurent Désiré Kabila, lo llamamos Mzee, que en swahili quiere decir "anciano", "sabio". Es un título honorífico.. Pelear otra vez... No tenía ganas de ir al frente nunca más, ya he vivido demasiados horrores. Sin embargo luego vi como se preparaban y me dije a mi mismo que era un cobarde, así que fui a ver al capitán.

-Dadle un equipo.

Un soldado me tendió un kalachnikov.

-No, dame un M16.

Y me fui al frente. Antes de subir al avión me dije que seguramente me arrepentiría y ahora yago aquí. Pienso en mi madre, a la que no he visto desde la última vez que estuve en el hospital, hace ya tanto tiempo... Patria mía, por ti hago tantos sacrificios; te has convertido en la República Democrática del Congo gracias a mí, sí... Tantos sacrificios y ahora creo que voy a reventar, solo como un perro. Pfff. Así es la guerra: ayer enemigos, hoy amigos, mañana simples conocidos... Soy un héroe, pero ¿a quién le importa? Sin embargo hemos echado al gran Leopardo, a Mobutu Sese Seko Wa Zabanga con sus FAZ, sus Fuerzas Armadas Zaireñas. ¡Auténticos gángsteres! Su dedicación principal era el pillaje; por ejemplo, si salías de una tienda con una tele sobre la cabeza te decían: "Ep, ven para acá" y te la quitaban sin el menor escrúpulo. Nosotros, los kadogos, hemos librado al pueblo de esos bandidos y hemos dado la vida por ello, lo hemos dado todo. Mamá, ¿dónde estás en este momento? Mira este árbol, mira lo alto que es... ¿Cuántos años debe de haber cumplido, eh?¿Y yo?Yo sólo tengo catorce años y nadie va a acordarse de mi...

-¡Lucien, Lucien! -oigo.

¡Anda, aquí están! Han venido a buscarme. Anissé, sin brazo el pobre, ha encontrado el camino. ¡Que Dios te bendiga, Anissé!

-Estoy aquí, hermano...

Me llevaron al campamento y luego subí a un avión para que me curasen en Kinshasa. No estaba demasiado grave, así que dos meses más tarde ya me levantaba, pero me dije: "Seguiré siendo militar de nombre pero no volveré al frente. No. Y si me obligan, me mataré. Se sufre demasiado" (Lucien Badjoko, 2006. Yo fuí un niño soldado)

Un niño o niña soldado es cualquier persona menor de 18 años que forma parte de cualquier tipo de fuerza o movimiento armado, ya sea regular o irregular, en cualquier condición. Esta definición incluye a aquellos que realizan tareas que van desde la participación directa en combate, la colocación de minas anti-personas o explosivos, el espionaje, la cocina, porteadores y la esclavitud sexual.

El director y guionista español Esteban Crespo denuncia en su nuevo cortometraje, 'Aquel no era yo' (Producciones Africanauan), la situación que viven los más de 250.000 menores de 18 años que, en la actualidad, son utilizados como soldados para participar activamente en conflictos armados en 21 países del mundo y refleja la "entrega" de los cooperantes. 

Son niñas y niños de América latina, África  Asia, y también de Europa, pero la mayoría de las niñas y niños soldados se encuentran en África  Según cálculos de las Naciones Unidas en este continente hay más de cien mil niñas y niños afectados, sobretodo en Uganda, Liberia, República democrática de Congo y Sudán.

El corto narra en 25 minutos la historia de Paula (Alejandra Lorente), una cooperante española y Kaney, un niño africano que, a pesar de su corta edad, porta un fusil en la mano como el resto de sus compañeros, niños soldado. La vida de ambos se cruza cuando Paula decide acompañar a su pareja, Juanjo (Gustavo Salmerón), hasta África para rescatar a algunos de estos niños y un disparo cambia sus vidas para siempre. El hilo conductor del cortometraje es la narración que Kaney hace de la historia frente a un auditorio de cientos de personas varios años después de los hechos. Así, se observa cómo, poco a poco,va explicando por qué hizo lo que hizo bajo las órdenes del general del Ejército Rebelde al que, en el fondo le consideraba su familia.


Según Kindernothilfe, la mayoría de las niñas, niños y jóvenes que actualmente participan en aproximadamente 20 conflictos armados en todo el mundo, no luchan dentro de ejércitos oficiales, sino bajo el mando de otros grupos armados. La mayoría de ellos son forzados a luchar con armas, otros se enrolan "voluntariamente" porque no ven otra alternativa para subsistir que no sea participar en la guerra. Las razones para este "voluntariado" son la carencia de perspectivas para encontrar un trabajo o para educarse, o simplemente el deseo de salir del entorno violento dentro de la propia casa. La venganza juega también un rol importante, cuando, por ejemplo algunos miembros de la familia han sido muertos durante un conflicto armado.

Los niños implicados en conflictos armados son a la vez víctimas y victimarios, son maltratados, sujetos a palizas y objeto de constante humillación. Los niños y niñas soldados son muy útiles para los grupos armados por su alto grado de lealtad al grupo y poca reflexión sobre el si es correcta o no su conducta, convirtiéndolos en auténticas y peligrosas armas de combate.

Esteban Crespo
En una entrevista concedida a Europa Press, Crespo, que fue cooperante durante un tiempo en Guinea Ecuatorial, Namibia y Zimbabwe, y, por ello, conoce de cerca la realidad del continente, ha afirmado que para estos niños la revolución "lo es todo" y el Ejército, no sólo sus generales, sino también el resto de niños, son "su familia". "Creen que están salvando su país y que su país sin ellos no puede salvarse", explica.

Además, al ser pequeños "son fáciles de convencer, no se hacen preguntas, no se niegan a hacer nada y, en general, son huérfanos". A su juicio, estas son las claves para que se dé esta práctica perversa en tantos países, no sólo de África sino también del continente asiático y americano. "Se lo creen y actúan en consecuencia, les da igual la vida de los demás", indica.

El director de Aquel no era yo desearía hacer conscientes a los españoles y a todo el mundo de que esta realidad "no es una cosa del pasado" sino que sigue sucediendo en la actualidad, incluso en países que, según ha apuntado, "sorprenderían".

El corto ya ha recibido 45 premios en 38 festivales distintos y hasta el momento ha resultado finalista entre las candidaturas al mejor cortometraje de ficción español en la edición de los premios Goya del año 2013.






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