sábado, 16 de agosto de 2014

Para soportarlo, para tolerar la idea, compartir el crimen

Marguerite Duras
Son muy numerosos, los muertos son verdaderamente muy numerosos.Siete millones de judíos han sido exterminados, transportados en furgones de animales, y luego asfixiados en las cámaras de gas construidas a tal efecto y luego quemados en los hornos crematorios construidos a tal efecto. En París todavía no se habla de los judíos. Sus recién nacidos fueron confiados a los cuerpos de mujeres encargadas del estrangulamiento de niños judíos, expertas en el arte de matar por medio de una presión en las carótidas. Mueren con una sonrisa, no causa dolor, dicen ellas. Este nuevo rostro de la muerte organizada, racionalizada, descubierto en Alemania, produce desconcierto antes que indignación. Nos quedamos atónitos. ¿Cómo es posible seguir siendo alemán? Se buscan equivalencias en otras partes, en otros tiempos. No hay nada. Algunos quedarán deslumbrados, incurables. Una de las mayores naciones civilizadas del mundo, la capital de la música de todos los tiempos, acaba de asesinar a once millones de seres humanos con el sistema metódico, perfecto, de una industria de Estado. El mundo entero mira la montaña, la masa de muerte dada por la criatura de Dios a su prójimo. Se cita el nombre de tal literato alemán que ha resultado afectado y que ha vuelto muy sombrío y a quien estas cosas han dado que pensar. Si no se considera este crimen nazi
como algo que hay que generalizar a escala del mundo entero, si no se entiende como un crimen a escala colectiva, el hombre del campo de concentración de Belsen ha muerto solo, con un alma colectiva y una conciencia de clase, la misma con la cual hizo saltar el perno del raíl, una noche, en un lugar de Europa, sin jefe, sin uniforme, sin testigos, ha sido traicionado. Si se toma el horror nazi como un hecho alemán, y no como un hecho colectivo, se reduce al hombre de Belsen a dimensiones de ámbito regional. La única respuesta que puede darse a este crimen es convertirlo en un crimen de todos. Compartirlo. Como las ideas de igualdad, de fraternidad. Para soportarlo, para tolerar la idea, compartir el crimen.
Marguerite Duras (1985) El dolor


domingo, 27 de julio de 2014

El horror se expresaba en la banalidad, ¿cómo se puede comprender esto?

Boris Cyrulnik
Yo no entendía nada. Me sentía mal en la escuela y era rechazado a la hora del recreo. Dora bailaba de noche y dormía de día. Estaba solo. Por suerte, Dora poseía dos grandes libros cuyas imágenes admiraba. Era una biblia ilustrada por Gustave Doré. Con ella aprendí a leer. En aquel libro encontraba historias terribles y maravillosas, templos que se derrumbaban sobre miles de hombres, niños abandonados en el desierto o degollados en su cama, hermanos mayores que vendían al pequeño, ejércitos enteros ahogados con los caballos. Maravilloso. Horrible. La vida normal, ¿no?.

Entre las hermosas imágenes y esos textos que intentaba descifrar, la historia de Lot se me quedó grabada en la memoria. Todavía hoy recuerdo con nitidez la parte izquierda de la imagen oscura donde el talento de Doré destacó a Lot huyendo con sus hijas. En la parte derecha, iluminada por el incendio de una ciudad, Sodoma o Gomorra sin duda, la mujer de Lot se volvía y, con un gesto implorante, tendía los brazos y se inmovilizaba transformándose en estatua de sal.

Contemplaba a menudo ese grabado, que adquirió para mí un valor moral: eso es lo que ocurre cuando se piensa en el pasado. La sal de nuestras lágrimas nos transforma en estatuas y la vida se detiene. No vuelvas la vista atrás si quieres vivir. ¡Adelante, adelante!

Esa historia edificante me sirvió de estrategia durante buena parte de mi vida. Adelante, no te vuelvas, no pienses más en tu pasado, de él sólo sacarás lágrimas. El futuro será de color de rosa. ¡Adelante!.

¿Es así como me habló la historia de Lot o soy yo quien la hago hablar así? Podría haber sacado otra moraleja. "Todo el mundo conoce la versión oficial del capítulo 19 del Génesis. En Sodoma, como en Gomorra, exactamente al sur del Mar Muerto (...), la corrupción estaba extendida y la sexualidad desbocada". En medio de este mar de vicio, la familia de Lot era virtuosa, ¡hasta había acogido a dos extranjeros! Así que Dios les permitió huir antes de la destrucción de aquella tierra de desenfreno. La mujer de Lot, añorando tal vez aquellos momentos de fiesta, se volvió, ¡por última vez!.

Gustave Doré
Así es como habría podido interpretarla. Hace poco he buscado el grabado de Gustave Doré que evocaba la historia de Lot. Los dos libros están aún en mi biblioteca. Los he hojeado cuidadosamente. He repasado todos los grabados cuyo recuerdo conservo nítido en la memoria, casi al detalle. Guardo las imágenes de Isaac llevando la leña de su propio sacrificio, de José vendido por sus hermanos, de Moisés rescatado de las aguas, de la muerte de Saul con el pecho atravesado por una espada y de Sansón derribando las columnas del templo, imágenes que cautivaron mi alma de niño.

Todo está grabado en mi memoria con una precisión asombrosa. Todo, excepto la huida de Lot, ¡que no encuentro! Y, sin embargo, la estoy viendo, se lo aseguro, la veo en aquel libro de páginas amarillentas. Es indiscutible, pero no está. Debí de verla en otra parte y, como hojeaba a menudo esta Biblia, la puse en ella, donde era lógico que estuviera. ¡Lógico, pero falso!.

He concedido mucha importancia a ese recuerdo falso (debería haber dicho "a ese recuerdo reconstruido a partir de fuentes distintas"), por que esa imagen me hablaba. Me decía esas gratas palabras: "Podrás vivir si lo deseas, a condición de no mirar hacia tu pasado".

¡Fácil!

Evitar la representación inquietante del pasado me permitía no angustiarme, no cavilar en exceso y no deprimirme. Pero al impedir la verdadera representación de mí, perturbaba la relación con los demás. Me sentía alegre, en paz y, de repente, cuando una palabra o un acontecimiento evocaban la ruina de mi infancia, me callaba.

En tiempos de paz, habría podido explicar lo que había ocurrido. No era "indecible", como se pretende hoy en día. Tal vez incluso, si hubiera encontrado un medio que me proporcionara seguridad, habría podido contar la guerra de una forma banal. "La guerra de una forma banal", ¿entienden? ¿Es que se puede contar "de una forma banal" la locura asesina? Esta expresión no es correcta, no era una locura asesina: una simple palabra pronunciada sin querer, un papel para firmar, la mirada de un vecino... bastaba para provocar la detención, una estrella amarilla oculta bajo un chal, justo antes de saltar por la ventana. El horror se expresaba en la banalidad, ¿cómo se puede comprender esto?.

Callándome, hacía creer que había salido indemne de la guerra. ¿Es posible?¿Es normal parecer normal después de una pesadilla diaria? No decir nada de la persecución me beneficiaba: "Adelante, adelante", como le hacía decir a Lot. Era una forma de adaptación, pero no era normal. Mi entorno era cómplice de esa negación. Los heridos se sentían felices mostrándose fuertes y sonrientes después del fragor de la guerra, y los allegados se sentían aliviados al no tener que enfrentarse a las cuestiones planteadas por la persecución.

En la época en que recibía el afecto de Dora y vivía las fiestas lujosas del Roxy, me desesperaba ser una nulidad en la escuela. Mis pésimas calificaciones confirmaban mi inferioridad, como la habían afirmado los alemanes y sus aliados colaboradores. Como yo no entendía nada, tenían razón en despreciarme y tal vez incluso en haber querido eliminarme.

Boris Cyrulnik (2013) Sálvate, la vida te espera.

martes, 21 de enero de 2014

Burnout en emergencias

En nuestra actual sociedad el estrés laboral no sólo es considerado una amenaza para la salud de los trabajadores sino como un peligro para las mismas organizaciones debido a los costes de absentismo, accidentes, patologías y conflictividad laboral.
La definición del término de estrés ha sido muy controvertida desde el momento en que se importó para la psicología por parte del fisiólogo Selye en 1956. En la actualidad se acepta como planteamiento más completo aquel en el que el estrés se define como la consecuencia de un desequilibrio entre las demandas del ambiente y los recursos disponibles del sujeto.
Toda persona hace constantes esfuerzos para manejar adecuadamente las situaciones que
Hans Selye
se le presentan y sólo cuando la situación desborda su capacidad de control se producen consecuencias negativas. Este resultado negativo se denomina distrés, a diferencia del estrés positivo, o eustrés, que puede ser un buen dinamizador de la actividad laboral.
Dentro del campo del Estrés Laboral, y en lo que se refiere a los profesionales de ámbitos asistenciales, tiene especial interés el estudio de lo que se ha venido en llamar el “Síndrome de Burnout” o del trabajador quemado.
En el sector de los Servicios Sociales los profesionales suelen verse en la necesidad de implicarse en los problemas y las preocupaciones de las personas que reciben sus servicios. En estas circunstancias, habitualmente cargadas de estados emocionales complejos, no siempre es fácil encontrar una solución a los problemas por lo que la interacción personal suele resultar ambigua y, en ocasiones, frustrante pudiendo terminar por llevar al profesional a una situación de “agotamiento”.
Con la palabra inglesa “Burnout” se alude a esta situación de agotamiento. La misma ya se empleaba entre atletas y deportistas para denominar ese estado en que la persona no logra los resultados esperados de un entrenamiento, pero el concepto aparece por primera vez en la literatura psicológica especializada en el año 1974, de la mano de Freudenberguer, para intentar dar una explicación al proceso de deterioro en los cuidados y atención profesional a los usuarios de las organizaciones de servicios (sanitarias, servicios sociales, educativas, etc.).
H. Freudenberguer
Inicialmente es definido como una sensación de fracaso, agotamiento emocional o sensación de estar exhausto, producida por la percepción interior que el individuo tiene acerca de las exigencias de su trabajo. Se trataría así de una forma de estrés ocupacional que sufren los individuos cuyas profesiones consisten principalmente en ofrecer servicios humanos directos y de gran relevancia para el usuario: profesores, médicos, enfermeros, policías, cuidadores, etc.
La definición más aceptada en la actualidad es la que formularon las psicólogas norteamericanas Christine Maslach y Susan Jackson en 1981, que lo consideraron como una respuesta al estrés laboral asistencial crónico caracterizada por los siguientes parámetros:
Christine Maslach
·  Agotamiento emocional: Se refiere a una sensación subjetiva de falta de recursos emocionales, con sentimientos de pérdida de energía y fatiga, con la sensación de que nada se puede ofrecer a otra persona.
·   Despersonalización: Desarrollo de actitudes y respuestas negativas e insensibles hacia las personas que reciben los servicios. Este síntoma viene habitualmente acompañado de un incremento en la irritabilidad.
·  Reducida Realización Personal: Pérdida de confianza en sí mismo y en el trabajo, lo que hace que disminuyan las expectativas personales e implica una baja motivación, con una reducción de la capacidad para soportar la presión, disminución de las relaciones interpersonales-profesionales y una baja autoestima con disminución de las expectativas de realización profesional.
Aunque hay cierta tendencia a confundir este síndrome con el término de “estrés laboral”, no son conceptos exactos. El Burnout sería una respuesta más de entre las posibles que da un trabajador frente a situaciones de estrés. El estrés no conllevaría necesariamente al Burnout. Muchos individuos son capaces de dar y conseguir lo mejor de sí mismos en trabajos estresantes, siempre que sientan que esto tiene sentido.
Las características individuales tienen un papel importante en la experiencia del estrés laboral. La combinación de una situación particular en un individuo determinado, con sus características personales específicas puede dar como resultado una falta de equilibrio que induzca al estrés. Hay que tener en cuenta que los aspectos personales pueden variar en el tiempo en función de factores tales como la edad, las necesidades y expectativas y los estados de salud y fatiga.
Entre los factores que influyen en el desarrollo de este síndrome destacan características como la estructura previa de personalidad del trabajador. En diversos estudios se viene comprobando como las personas con un patrón de personalidad de Tipo A (inestables, activos, irritables y competitivos) son más propensas a desarrollar el Síndrome.
En general las personas con baja autoestima son más vulnerables al estrés y tienden a desarrollar estrategias de afrontamiento más pobres y una competencia personal menor. Además una disminución en autoconcepto profesional suele ir asociada con altos niveles de estrés laboral.
Otra característica del trabajador que se está mostrando relevante es la variable que se ha denominado “Locus de control”. Una persona con locus de control externo tiende a interpretar que los acontecimientos que le suceden, positivos o negativos, no están relacionados con su propia conducta, es decir, se encuentran fuera del control personal. En general las personas que muestran este tipo de orientación externa tienen una mayor insatisfacción laboral, mayor estrés y menor autoestima.
No todas las organizaciones tienen la misma probabilidad de tener en su plantilla trabajadores “quemados”. Las variables organizacionales tienen mucho que decir al respecto. En aquellas organizaciones en las que hay escasez de refuerzos o reconocimientos, y se mantienen reacciones poco positivas hacia el trabajador por parte del inmediato superior, la incidencia del Síndrome es mayor. La percepción de falta de refuerzos es una de las tres variables más importantes para la predicción del Burnout, junto a la rigidez organizacional y el bajo apoyo social que percibe el individuo.
La falta de claridad o la excesiva ambigüedad en las funciones a realizar por el trabajador son también relevantes fuentes de estrés. Tanto las situaciones de conflicto de rol como las de ambigüedad de rol son variables muy importantes en la predicción del estrés laboral.
Otra característica del puesto de trabajo que puede aumentar la vulnerabilidad del trabajador se refiere a la autonomía personal que tiene el individuo para desarrollar su trabajo, o por contra, si depende siempre de un superior cuando tiene que tomar decisiones. El no tener apenas margen para tomar decisiones propias sobre el trabajo es un importante factor inductor de estrés laboral.
El desarrollo de la carrera profesional, entendido como la secuencia de actividades y conductas relacionadas con el trabajo, donde el individuo al principio se marca y crea unas expectativas  -a veces falsas e irreales- sobre su trabajo es muy relevante. Si las creencias y expectativas del sujeto están alejadas de la realidad de la organización sufrirá periodos de frustración, ansiedad y desilusión.
Una variable fundamental de la organización es la cohesión grupal, la carencia de apoyo por parte de compañeros y/o superiores en relación a la tarea que desempeña el trabajador es un gran predictor de Burnout.
Esta importancia del soporte social se extiende también fuera de los ámbitos estrictamente laborales. El soporte que la persona obtiene en su relación con los círculos sociales en los que se mueve, especialmente el grupo de amigos y la familia, es un factor de protección. La relación familiar es uno de los más importantes, o el que más, ya que puede suponer una fuente de tensión permanente a lo largo de la vida profesional de la persona.
De manera general las personas con pareja estable, amigos y familia que les proporcione recursos materiales y psicológicos, tienen niveles de salud más altos que aquellos con un apoyo social bajo.
En el desarrollo del Síndrome podemos observar varias etapas:
1.- Etapa inicial o de entusiasmo: aparece durante los primeros años del ejercicio de la profesión, período en el que las expectativas laborales están idealizadas, el trabajo se siente como algo estimulante y atractivo, existiendo una elevada motivación e identificándose de forma positiva con su entorno laboral, las personas con las que se trabaja y en general con toda la organización.
2.- Etapa de estancamiento: En esta etapa empieza a producirse una ruptura entre las expectativas iniciales y la realidad. El trabajador no siempre se siente  recompensado o valorado por los superiores, los usuarios de su servicio o la propia sociedad. Empieza a tomar conciencia de que una excesiva involucración en el trabajo puede dar lugar a un descenso de otras actividades interesantes y/o placenteras. Aunque el trabajo todavía representa una fuente de realización personal, se empieza a replantear la relación entre esfuerzo personal y beneficios.
3.- Etapa de frustración: constituye el núcleo central del síndrome de desgaste profesional y se caracteriza por el cuestionamiento del valor del trabajo en sí mismo. La sensación general de frustración se ve intensificada por el contagio que suponen los compañeros en situación similar. Hay un descenso de la motivación hacia los usuarios e incluso, en ocasiones, actitudes abiertamente negativas hacia los mismos. Se cuestiona la eficacia del esfuerzo personal frente a los obstáculos derivados de las demandas del trabajo. Todavía existe la posibilidad de afrontar la situación y encauzar el malestar hacia una nueva fase de entusiasmo, aunque la falta de recursos personales y organizacionales puede condicionar el tránsito a una fase de apatía. Se empieza a sentir el trabajo como algo carente de sentido, planteándose dudas sobre la decisión de haber elegido la profesión más adecuada y se empieza a ver de forma negativa todo lo relacionado con el trabajo.
4.- Etapa de apatía: a modo de mecanismo de defensa aparece una gradual indiferencia y falta de interés hacia la persona que recibe el servicio. Se establece un sentimiento de vacío que se puede expresar como distanciamiento emocional, desprecio y cinismo hacia los usuarios. El profesional desarrolla un distanciamiento de lo laboral, con inhibición y evitación de la actividad profesional.

5.- Etapa del quemado: ni siquiera con el alejamiento temporal de la tarea (con unas vacaciones) se logra una reducción de los síntomas, el trabajador se encuentra en una situación de colapso físico, emocional y cognitivo. Se plantea como única solución el dejar el empleo, ser trasladado, o arrastrar una vida profesional presidida por la frustración y la insatisfacción, incapacitando a la persona tanto en la esfera laboral como en la personal.
Esta respuesta que se inicia como un mecanismo de defensa, como una estrategia de afrontamiento a las fuentes de estrés laboral asistencial, finalmente se convierte en un problema en sí misma. Sus tres componentes (agotamiento emocional, despersonalización y sentimientos de inadecuación profesional) están ligados entre sí a través de una relación asimétrica en la que el primero conduce a los otros dos.

Una vez desarrollado el Síndrome ya se comporta como una variable continua, que se extiende desde una presencia de nivel bajo o moderado hasta altos grados de intensidad. Además la progresión no es lineal; más bien se trata de un proceso cíclico que puede repetirse varias veces en el tiempo, de forma que una persona puede experimentar los tres componentes varias veces en distintas épocas de su vida y en el mismo o diferentes trabajos.

La recuperación de este tipo de trabajadores es un reto para el que aún no tenemos una respuesta satisfactoria. En el campo del estrés laboral la intervención tradicional suele olvidar en muchas ocasiones los aspectos organizacionales de la cuestión, atribuyendo así el problema al individuo y situando bajo su responsabilidad la realización de los cambios para solucionarlo.

Pero el estrés laboral no puede ser enfocado sólo como un problema de los individuos, sino de toda la organización. Se hace necesario tomar conciencia de la importancia de articular programas de intervención y prevención centrados en variables organizacionales.

El objetivo de disminuir la carga de estrés de los trabajadores debe ser preventivo y esta prevención debe comenzar desde el proceso de diseño de la misma organización. De la misma forma que se piensa y se tienen en cuenta los mercados, los consumidores, la tecnología o los proveedores, la atención a los posibles procesos disfuncionales y estresantes de la organización debe ser otra pieza del entramado organizacional de las empresas e instituciones.

Lograr una intervención preventiva y paliativa puede ser relativamente sencillo si se tienen en cuenta variables que son relevantes durante el proceso de diseño inicial de una organización. O incluso, efectuando un rediseño parcial de los procedimientos o las condiciones ambientales, el enriquecimiento del puesto de trabajo, el clima organizacional , los horarios o los estilos de liderazgo. Sin embargo, será casi imposible la recuperación del trabajador ya "quemado". Para él probablemente será inevitable el cambiar de organización y/o de actividad.

Las consecuencias del problema son potencialmente muy serias, tanto para los profesionales como para las instituciones de que dependen, debido al incremento del absentismo laboral, la desmotivación laboral y la ineficacia del trabajo en equipo. Pero además de los problemas de tipo médico, con el sufrimiento humano que suponen, no debemos dejar de contemplar otros costos graves e importantes. En último término la principal víctima de esta situación es la propia sociedad que deja de recibir un servicio de la calidad que merece y necesita. 


Javier Gómez Segura, 2014