viernes, 7 de octubre de 2011

Afrontamiento psicológico del secuestro

Según el diccionario de la Real Academia Española “secuestrar” es la acción de “retener indebidamente a una persona para exigir dinero por su rescate, o para otros fines”; así las situaciones de secuestro pueden ser muy variadas y con múltiples móviles.
De acuerdo con sus intereses, podemos clasificar a los secuestradores delincuentes en dos grupos: por una parte aquéllos que tienen algún interés político y/o religioso y por otra parte aquéllos otros que tienen un objetivo de tipo económico. Dentro de este grupo nos podemos encontrar con profesionales del secuestro (suelen planificar muy bien sus golpes); secuestradores oportunistas (suelen elegir por azar a su víctima y sus acciones no son apenas planeadas) y secuestradores accidentales (en el contexto de otro delito que se complica se captura un rehén para negociar una huida). Otros tipos de secuestro pueden ser protagonizados por personas, no necesariamente delincuentes, pero que padecen algún tipo de psicopatología, desviación sexual o alteración emocional puntual.
Dependiendo del tipo de secuestro el grado de amenaza para la vida de la víctima será distinto. El mayor peligro puede encontrarse en aquellos secuestros de tipo político o religioso, donde el terrorista puede estar dispuesto a morir o matar a su víctima para publicitar su causa. En los secuestros con móvil económico el secuestrador no suele tener interés en hacer daño a la víctima ya que desea evitar complicaciones y cobrar el dinero en el menor tiempo posible. En el caso de los secuestros protagonizados por desequilibrados es más difícil estimar el grado de amenaza para la vida del secuestrado.
La experiencia de ser secuestrado es siempre aterradora y, aunque parezca insoportable la incertidumbre de no saber si se va a salvar la vida o la impotencia de tener que soportar malos tratos y amenazas injustas, siempre existirán estrategias de afrontamiento que permitan la adaptación psicológica y la supervivencia.
Una persona secuestrada no reacciona de la misma manera durante todo el periodo que dura el secuestro sino que la percepción de su situación pasará por distintas etapas: la primera de estas se caracteriza por un fuerte shock emocional  y una negación de la realidad. En una segunda fase la persona comienza a ser consciente de lo que le sucede e intenta poner en marcha alguna conducta que le permita protegerse o proteger a otros en caso de secuestro múltiple. En ocasiones en esta fase la persona puede sufrir un bloqueo general a causa del miedo.
En la tercera fase, habitualmente denominada “Fase de depresión traumática”, la persona comprende la realidad de su situación y se da una amalgama de sentimientos (miedo, apatía, ira, resignación, tristeza) y síntomas de estrés (hipervigilancia, insomnio, pesadillas, inquietud). En esta fase es también frecuente la aparición de sentimientos auto-recriminatorios.
Una vez que el secuestrado es plenamente consciente de su situación, intenta adaptarse incorporando la experiencia traumática en su repertorio cognitivo. En esta cuarta fase pueden darse conductas paradójicas de cooperación e identificación con los secuestradores como una forma de transferencia patológica, o una infantilización del comportamiento en la que el rehén se muestra sumiso y obediente en extremo para lograr la benevolencia de sus captores, esta actitud se configura como una estrategia para la supervivencia. Ambos mecanismos son los pilares que explican el desarrollo del conocido “Síndrome de Estocolmo”.
En este proceso tienen mucha influencia las características de personalidad del secuestrado y la duración del secuestro. Las personas menos dependientes van a tener reacciones depresivas menores y si la cautividad se prolonga mucho en el tiempo la persona vivirá la situación de forma más desesperada, pudiendo llevar a cabo actos suicidas y sintiendo una parálisis de su afectividad conocida con el nombre de “Terror frío”.
Cuando una persona es víctima de un secuestro puede beneficiarse de las siguientes recomendaciones:
En el momento de la captura puede entrar en shock y tratará de oponerse a sus captores. Esto puede ser peligroso. Intente mantener la calma en el momento de la captura y el traslado. Ponga mucha atención y cumpla todas las instrucciones que le den los secuestradores. Intente estimar el tiempo, la dirección, la distancia y la duración del viaje hasta el lugar del cautiverio.
Esté muy pendiente de lo que sucede, qué dicen los secuestradores entre ellos, cómo se llaman o cuántos son. Si no ofrece resistencia y coopera en los momentos iniciales generalmente los delincuentes se volverán menos recelosos una vez hayan llegado al sitio de retención.
Prepárese mentalmente para un cautiverio que puede prolongarse por un largo periodo. Tenga presente que en este caso puede llegar a simpatizar e identificarse con su secuestrador. Aunque éste sea cortés y le trate bien, nunca debe olvidar que le ha privado de su libertad de una manera abominable y puede estar dispuesto a matarle si las cosas no salen como ha planeado.
Intente establecer conversación con sus captores, sobre todo los que estén encargados de su custodia directa y que están viviendo en condiciones similares a las suyas. El objetivo es mantener una relación interpersonal simple, que no ayude a los delincuentes pero tampoco los amenace o los perturbe, este tipo de relación ayudará a rebajar la tensión en las relaciones cotidianas y hará que, si las cosas salen mal, el secuestrador le vea como una persona y no como algo desechable.
Usted necesitará mantenerse en buenas condiciones físicas. Busque la manera de ejercitar sus músculos caminando, haciendo flexiones u otro tipo de actividad física. También podrá mantener su forma aún estando atado, en este caso puede recurrir a ejercicios de tipo isométrico que le permitan la realización de tensiones y distensiones de diversos grupos musculares. Este tipo de ejercicios son muy importantes para la mente y para el cuerpo.
Informe a sus captores si necesita algún medicamento especial. Manténgase lo mejor alimentado posible. También dentro de sus posibilidades debe cuidar su aseo y su aspecto físico aprovechando cualquier recurso que le ofrezcan.
Aunque desarrolle una buena comunicación con sus captores desconfíe de cualquier información que estos le suministren. Procure hablar de cosas poco trascendentes y evite dar la impresión de ser una persona importante.
Intente mantener en todo momento sus emociones bajo control, no pierda la entereza y la calma. No use la violencia física o la agresión verbal. No antagonice innecesariamente sobre temas políticos o controvertidos. Nunca piense que su familia, o su entorno social, le han abandonado o se han olvidado de usted.
No intente escapar a menos que tenga un plan prácticamente infalible. Cuando llegue el momento de la liberación se enfrentará nuevamente con una situación de elevado riesgo: ponga mucha atención a las instrucciones de sus captores, manténgase alerta, tenga prevista la posibilidad de que algo salga mal y retrase la liberación, si esto sucede no deje que la frustración le hunda, no se relaje hasta llegar a un lugar seguro.
En el caso de que por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se inicie una operación de rescate la intervención puede comenzar con explosiones, humo y/o cortes de luz. Todos estos estímulos están dirigidos a provocar mucho estrés y aturdir a sus captores. Los agentes intervinientes tratarán de neutralizar con la mayor rapidez posible a los delincuentes y es posible que la intervención esté apoyada desde el exterior por francotiradores.
Manténgase alejado de las ventanas y si hay disparos túmbese en el suelo y no se mueva. Si es posible busque la protección de algún muro, enseres sólidos o configuraciones del terreno. No se mueva hasta que todo termine. No intente levantarse o intervenir en la detención para ayudar a la policía.
Quédese tumbado hasta que se le indique que se puede levantar. Cuando se levante permanezca con las manos en alto y a la vista, sin hacer gestos bruscos o movimientos que puedan resultar sospechosos a los agentes. Tenga en cuenta que al principio puede verse bruscamente tratado por los policías, que pueden no estar aún seguros de su identidad, o debido a la urgencia por sacarle y ponerle a salvo.
Una vez en libertad ha acabado lo peor de la pesadilla pero aún tendrá que hacer frente a diversas situaciones difíciles: la policía judicial tendrá que tomarle manifestación en diversas ocasiones, tendrá que atender los requerimientos judiciales y otras demandas sociales y laborales.
Tenga en cuenta que cualquier persona normal puede reaccionar con alteraciones psicológicas al tener que enfrentar una experiencia tan anormal. Por esta razón será importante realizar una evaluación médica y psicológica, dejándose ayudar y orientar por especialistas. 
Javier Gómez Segura (2007)

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