martes, 3 de enero de 2012

De la memoria a la cultura (Rachel Israel)

Parece que las personas deprimidas, débiles y debilitadas están condenadas a estar encerradas en una categoría de victimización y psicopatología, pero quisiera traer una nota de optimismo y mostrar como es posible tener el valor para salir de ello. A pesar de las secuelas de los traumatismos se puede tener un desarrollo favorable.

Los humanos pasamos nuestro tiempo contándonos a nosotros mismos lo que está sucediendo pero el trauma provoca la paralización de este proceso de autorrelato. Esto ocurre porque después de él desconfiamos de la experiencia. El trauma surge sin causalidad, sin finalidad, no tiene sentido. Así el relato que debería servirnos como sistema de defensa se hace más difícil.

Las muertes, las separaciones, los conflictos, las enfermedades producen una fragmentación del psiquismo que le protege de la destrucción total. Los daños traumáticos se multiplican en las víctimas de traumas colectivos, pero el escuchar los relatos de algunas personas que sobreviven sorprende: llevan vidas productivas. Es su manera de hacer fracasar la aniquilación a la que los verdugos quisieron llevarles.

La facultad de adaptación, la resiliencia, muestra como la carga energética traumática en sí misma es susceptible de poder ser sublimada.

Tras el trauma se encuentran con frecuencia actitudes de las víctimas dirigidas a ayudar a otras víctimas, más allá de los intereses pragmáticos de formar un grupo de presión, o de la búsqueda de reparaciones rentistas.

El recuerdo adquiere el valor de una prueba superada, de un saber particular adquirido que además se puede transmitir a otros. El alivio viene de la actitud paradójica de poder crear y dar a través de la falta de algo. Es la actitud contraria a la depresión. Se emerge del estado traumático a través de éxitos que son interpretados por el yo como una victoria. La demostración de estas capacidades vitales permite reestructurar la realidad con representaciones psíquicas en las que el yo recupera la energía.

La memoria del trauma, de destructora, se hace productora de objetos culturales: monumentos, testimonios, creaciones que reintroducen a las víctimas en la trascendencia de la cultura, donde se pueden integrar en la cadena de generaciones pasadas y futuras, la cadena de la humanidad. Los objetos culturales sirven para metaforizar el proceso del duelo traumático y tomando formas diversas relacionan a las víctimas con el recuerdo de un proyecto social generoso.

Lejos de la venganza, la ruptura del círculo vicioso sólo se puede hacer desde el desplazamiento simbólico. La cadena metafórica se persigue distanciándose del núcleo del trauma. La pulsión agresiva se opone al programa de la civilización, las historias de las víctimas capaces de sublimar su dolor traumático están a favor de la fuerza intrínseca del programa de la civilización, evitando la instalación en la posición victimaria logran avanzar y poner una piedra más en el edificio de la cultura humana.

En algunos sujetos los traumas conllevan un aspecto de estímulo y auto superación a través de un proceso de sublimación e integración en la cultura (notas tomadas durante el I Congreso Internacional de Psicotraumatología: Trauma y Memoria, celebrado en Madrid en mayo de 2010)

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