domingo, 3 de julio de 2011

¿Quién ha actuado mal? ¿Quién es el responsable?

En el fondo uno sabe que aunque lograra que un tribunal universal declarara su inocencia y la total culpabilidad de los demás, eso no borraría el dolor de la pérdida. Está claro que el juicio de la razón casi nunca es un instrumento eficaz en cuestiones del corazón.

Todavía hoy me sorprende tanto como me indigna la morbosidad de ciertos reporteros de televisión, cuando ponen a los familiares de la víctima de un asesinato frente a las cámaras preguntándoles a bocajarro qué querrían que le pasara al asesino.

Lo más importante en el proceso de un duelo es aprender a enfrentarse con la ausencia de aquello que no está. Es tolerar la impotencia frente a lo que se quebró. Es hacerse fuerte para soportar la conciencia de todo lo que no pudo ser. Ésta es la esencia del dolor que subyace a una pérdida y más allá de cualquier comprensible y necesaria catarsis, no se puede aliviar reclamando justicia, ni se puede sanar consiguiendo condena (Jorge Bucay y Silvia Salinas. Seguir sin ti. 2009).

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