sábado, 25 de junio de 2011

Formas descarriadas de resiliencia

Cuando una niña ha sido sexualmente traumatizada y su familia sufre aún más que ella misma, encuentra a veces el refugio que le ofrece una costosa adaptación. Condenada a callarse, no puede ni olvidar ni adquirir resiliencia. Entonces se adapta a esa doble presión mediante una forma de existencia que tranquiliza a sus padres y calma su propia angustia: ¡se convierte en una buena alumna! Sin embargo, esta resiliencia que tan conveniente resulta para todo el mundo puede llegar a convertirse en un medio de adaptación costoso cuando pone en marcha una vida desprovista de placer. La niña se aísla, se le hace imposible levantar la vista de sus cuadernos y corta los lazos con el mundo. Aguantará así varios años, protegiéndose del sufrimiento y apaciguando a sus padres, hasta el día en que su derrumbamiento escolar y psíquico sorprenda a todo el mundo. Esta defensa sólo habría podido transformarse en proceso de resiliencia si hubiera permitido a la chiquilla revalorizarse y volver a socializarse compartiendo el placer.......

Los deseos de venganza no conducen a la resiliencia. Podrían incluso inducir una tendencia a la repetición de la agresión. El 10% de los chicos agredidos y el 3% de las chicas se convierten a su vez en agresores. Casi todos fueron violentados dura y prolongadamente. Procedían de los medios familiares más perturbados y, mal acompañados en el momento de la revelación, no encontraron nuevos vínculos afectivos. Sólo descubrieron como único medio de defensa la cólera constante y un deseo de venganza alrededor del cual se desarrolló su personalidad.


Otro posible efecto descarriado de resiliencia se observa cuando el traumatizado se identifica con su propia tragedia. El propio herido reduce su persona a su traumatismo y le atribuye un exceso de valor explicativo. Todo lo que le suceda con posterioridad quedará "explicado" por su desastre. El beneficio de una actitud semejante estriba en que proporciona una visión clara de su vida. La parte negativa consiste en que oscurece otros recuerdos que quizá sean la verdadera causa de sus dificultades. Este recuerdo "mampara" adquiere un "efecto protector al impedir el resurgimiento de las experiencias de pérdida de heridas narcisistas precoces no resueltas". Sin embargo, la fijación en el trauma ciega al herido cuando explica demasiadas cosas (Boris Cyrulnik (2001). Los patitos feos)

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