miércoles, 27 de julio de 2011

La deshumanización de la víctima. ¿Qué consenso puede existir entre los que crean la injusticia y los que la sufren?

En Memoria de Auschwitz, Reyes Mate señala como la expresión máxima del rechazo de lo singular la encontramos en la maquinaria nazi, que excluyó todo asomo de compasión. No sólo querían matar a los judíos, sino expulsarlos de la condición humana; debían interiorizar que no pertenecían a la condición humana.

El objetivo de los nazis era fundar el hombre nuevo. Otto Dietrich zur Linde, personaje -nazi confeso- de Deutsches Requiem, de Jorge Luis Borges (1949), en vísperas de su ejecución repasa su vida criminal y se siente a gusto, a la altura del hombre nuevo anunciado por el nazismo. Confiesa que casi comete el pecado de la piedad cuando le remiten a David Jerusalem, judío sefardí. Dice: "fuí severo con él; no permití que me ablandaran ni la compasión ni su gloria [...]. Ignoro si Jerusalem comprendió que si yo lo destruí fue para destruir mi piedad. Ante mis ojos no era un hombre, ni siquiera un judío; se había transformado en el símbolo de una detestable zona de mi alma... fuí implacable".

Detestable zona del alma. Mata una parte de sí mismo que quiere erradicar, lo peor de uno mismo. Mata algo de sí mismo en el otro. La zona detestable de sí. Otto Dietrich supo atajar a tiempo su "momento de debilidad". tuvo que matarlo para matar el brote de compasión que asomaba en él. El nuevo hombre no se lo podía permitir. Para estar a la altura de las circunstancias había que matar la humanidad del hombre viejo simbolizada en la piedad.

Así lo señala Agamben (2000) refiriéndose al discurso de Himmler del 4 de octubre de 1943: "La mayor parte de vosotros debe saber qué significan 100 cadáveres, o 500 o 1000. el haber soportado la situación y, al mismo tiempo, haber seguido siendo hombres honestos, a pesar de algunas excepciones debidas a la debilidad humana, nos ha endurecido. Es una página de gloria de nuestra historia que nunca ha sido escrita y que no lo será nunca".

Un deseo decidido de eliminar cualquier enternecimiento excitado por los males de alguien. Ideología de la cual son ejemplo las directivas de Hitler: el 22 de agosto de 1939, anunciando a sus generales la inminencia de la guerra, los arengó del siguiente modo: "En el desencadenamiento y la conducción de una guerra no es el derecho lo que importa, sino la victoria. ¡Cerrad vuestros corazones a la piedad! ¡Obrad con brutalidad! Ochenta millones de hombres lo reclaman... La razón pertenece al más fuerte. Sed duros y despiadados. Blindaos contra todo signo de compasión".


En Auschwitz se hizo la experiencia del sufrimiento, y la injusticia cometida afecta a toda la humanidad [...]. Para poder destruir la humanidad del otro hombre, había que comenzar por uno mismo, había que deshumanizarse, despojándose de la compasión (Laura Arias: Reyes Mate, la inquietante Bildung - en Manuel Reyes Mate: Memoria histórica, reconciliación y justicia, 2010).

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