miércoles, 7 de marzo de 2012

Las víctimas del terrorismo en las estrategias de seguridad nacional y las medidas para el fomento de la resiliencia

En un mundo cada vez más globalizado, en el que la modernización ha impuesto una generalización de los riesgos que ya no respeta las diferencias y las fronteras sociales y nacionales[1], resulta cada vez más utópica la pretensión de garantizar la seguridad de una manera total. Así, de igual forma que es importante el fortalecimiento de la capacidad ofensiva/defensiva de los Estados, tanto desde el punto de vista técnico como desde el punto de vista de los recursos humanos, para poder hacer frente a las amenazas; también será esencial el fortalecimiento del tejido social que aumente la resistencia de la sociedad civil frente a los golpes que no puedan ser evitados.

Se denominan "comunidades resilientes"[2] a aquellas sociedades cuyas características permiten no sólo soportar, sino también sacar provecho de problemas como las catástrofes naturales, los atentados terroristas o duras crisis institucionales, políticas o económicas. La resiliencia comunitaria, no es un atributo que una sociedad pueda o no tener de una manera azarosa, muy al contrario, está íntimamente ligada a cuestiones de tipo cultural y serán las políticas de los Estados las responsables de desarrollar y apuntalar los factores que permiten promover esta resiliencia.

Dentro de los principales riesgos actuales para todas las naciones ocupa un lugar privilegiado el terrorismo. Como forma de lucha asimétrica, tiene dos grandes objetivos estratégicos[3]: por un lado la población enemiga, en la que trata de infundir un estado de terror para condicionar sus decisiones y acciones, y por el otro, el propio grupo de referencia, donde buscar el apoyo explícito o, al menos, implícito. Así, en los conflictos asimétricos el objetivo principal es el propio pueblo, dejando en segundo plano a las Fuerzas Armadas u otros estamentos del Estado.

Por encima de visiones simplistas, parciales o impacientes, y de tentaciones en el plano de la violencia, la relación entre el grupo terrorista y la sociedad es la verdadera base del problema y su factor condicionante esencial. Actuar con constancia sobre dicha relación para modificarla de modo favorable es el camino para lograr una reducción real de la amenaza. El aislamiento social del grupo terrorista es el último objetivo esencial a conseguir a través de medidas dirigidas a[4]:
  • Aumentar las tensiones internas, existentes o potenciales, en el grupo terrorista y en su infraestructura de apoyo.
  • Introducir una “cuña de separación” entre el grupo terrorista y los grupos humanos que simpatizan con sus planteamientos.
  • Impedir el aumento de los simpatizantes del grupo terrorista y recuperar al mayor número posible de ellos.
  • Evitar la imposición por el temor del grupo terrorista sobre la masa social indecisa y sobre la que apoya al poder establecido.
  • Impedir que grupos extremos de signo contrario entren en el campo de la violencia propiciando una ampliación de la dialéctica de conflicto y la radicalización de la sociedad.
Cuando una sociedad se encuentra debilitada por el temor a las represalias terroristas se inhiben gran parte de las reacciones sociales necesarias para mantener la cohesión del grupo. Esta circunstancia confiere una gran capacidad de expansión al grupo terrorista. El instinto de conservación coarta al periodista de escribir la palabra adecuada, al ciudadano de auxiliar al policía herido o denunciar una sospecha. La suma de estos temores constituye un conjunto de omisiones que benefician en gran medida al terrorista.

Para el fortalecimiento de la cohesión social se hace necesaria la unión de todas las fuerzas políticas. Ello significa movilizar acuerdos de la máxima amplitud, de profesionales, de prensa, de partidos, etc., para oponer resistencia activa, criticando y denunciando al grupo terrorista de modo solidario. De esta manera, mentalizando a todos los grupos sociales de que, de alguna forma, también tienen su parcela de responsabilidad en la lucha contra el terrorismo, se puede conseguir un notable avance en la misma.

Dentro de estas estrategias de fortalecimiento de la resiliencia comunitaria debería tener un lugar importante el apoyo psicosocial a las víctimas del terrorismo. Ya la decisión del Consejo Permanente de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE)[5], número 618, de 1 de julio de 2004, reconocía la existencia de una necesidad de fortalecer la solidaridad entre los Estados participantes con las víctimas del terrorismo. Se trata de un concepto de solidaridad que no es sinónimo de simple misericordia, es más que un acto de beneficencia para con las víctimas, esta solidaridad está íntimamente vinculada con el concepto de la Seguridad Colectiva que hace suyo la OSCE y especialmente con la prevención del terrorismo.

La misma Estrategia de Naciones Unidas Contra el Terrorismo (6-9-06)[6] habla de ello al considerar que entre las condiciones que propician la propagación del terrorismo “están los conflictos prolongados por resolver, la deshumanización de las víctimas del terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, la falta del imperio de la ley, la violación de los derechos humanos, la discriminación por motivos étnicos, nacionales, religiosos, la exclusión política, la marginalización socioeconómica y la falta de buen gobierno”.

Pero no siempre este aspecto de apoyo a las víctimas queda señalado en el conjunto de medidas de refuerzo de la resiliencia a la hora de diseñar distintas Estrategias de Seguridad Nacional:

Así, la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de 2010[7] dirigida a un contexto marcado por numerosos desafíos, define nuevos objetivos y sus medios para enfrentarlos. En comparación con la anterior estrategia del año 2002 se disminuye la centralidad de la fuerza militar y se pone más énfasis en el uso de la diplomacia multilateral, las instituciones internacionales y la promoción del desarrollo. Se propone mejorar la seguridad en relación con las fronteras, la protección de infraestructuras vitales y la coordinación de la inteligencia. Considera que la seguridad no es sólo una función del gobierno sino que deviene de los esfuerzos conjuntos de la administración, la iniciativa privada y la sociedad civil en su conjunto y realiza su enfoque estratégico desde una perspectiva en la que define cuatro “intereses nacionales”: Seguridad, Prosperidad, Valores y Orden Internacional. Proponiendo distintas medidas que básicamente se centran en:
  • Mejorar la Seguridad interna.
  • Gestionar de forma eficaz situaciones de emergencia.
  • Lucha contra la radicalización.
  • Mejorar la capacidad de recuperación mediante la colaboración entre el sector público y el privado.
  • Comprometerse con las comunidades y los ciudadanos en aspectos relativos a la información y la formación.
Pero efectivamente la Estrategia no hace ninguna referencia explícita al apoyo a las víctimas del terrorismo, aunque de forma implícita si habla de favorecer la recuperación de las personas frente a incidentes importantes. A priori esta circunstancia bien podría relacionarse con las características del terrorismo que ha tenido que enfrentar Estados Unidos en tiempos recientes, con una elevada presión sobre el personal combatiente movilizado en misiones internacionales, pero con una menor incidencia de victimización entre la población por ataques en el interior de sus fronteras. Sin embargo, en un caso como el español, con una larga tradición de victimización de su población civil por culpa del terrorismo, nos encontramos con una situación parecida.

La estrategia Española de Seguridad[8], que reposa sobre seis conceptos básicos (enfoque integral, coordinación, eficiencia en el uso de recursos, anticipación y prevención, capacidad de resistencia y recuperación, e interdependencia responsable), hace únicamente una referencia más explícita al apoyo de las víctimas entre sus líneas estratégicas de acción frente al terrorismo, indicando cómo “la política de ayuda a las víctimas del terrorismo ha sido reconocida como una aportación decisiva en la lucha contra el terrorismo”, pero sin desarrollar más esta idea y sin hacer planteamientos específicos más elaborados.

Resulta sorprendente este aparente olvido de las víctimas en los planes estratégicos de afrontamiento ya que el abandono de éstas puede ser un factor debilitador de la moral y de la unión de la sociedad frente al terrorismo. Tanto es así que, si para el terrorista la deshumanización de la víctima es una condición necesaria para lograr sus objetivos, el propio apoyo que la sociedad ofrezca a sus víctimas debería ser una parte importante de la estrategia antiterrorista al neutralizar el efecto de deshumanización buscado.

En el fondo se trata de buscar medidas que permitan que, tras cada atentado, cualquier observador pueda advertir claramente cómo la sociedad pone al terrorista y a su víctima en el lugar que a cada uno le corresponde, reduciendo lamentables situaciones de ambigüedad y confusión, y minimizando así la influencia del efecto publicitario buscado por los terroristas.

Javier Gómez Segura, 2012



[1] Beck, U. (1986). La sociedad del riesgo. Barcelona: Paidos.
[2] Manciaux, M., Vanistendael, S., Lecomte, J. y Cyrulnik, B. (2001) La resiliencia: estado de la cuestión. En: Manciaux, M. (comp.) La resiliencia: resistir y rehacerse. Madrid: Gedisa, 2003
[3] Ballesteros Martín. M.A. (2005). La estrategia de los terroristas. Revista Ejército nº 767. Marzo 2005.
[4] Benegas, J.M (2007). Diccionario del terrorismo. http://www.josemariabenegas.es/diccionario.php?letra=O
[5] OSCE (2006). Technical Workshop on Solidarity with Victims of Terrorism. Final Report.
[6] ONU (2006). Unidos contra el terrorismo: elementos para una estrategia global contra el terrorismo.

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