lunes, 21 de noviembre de 2011

Curarse

Curarse significa volver a unir las partes dispersas y restablecer la circulación entre ellas. Una psicoterapia tiene que permitir que la víctima tome conciencia de que su vida no se reduce a su posición de víctima. Si utiliza su parte sólida, la parte masoquista, que la mantenía eventualmente bajo el dominio, retrocede. El trabajo de curación empieza en la región de la memoria y prosigue en la del olvido. Tanto puede ocurrir que uno tenga demasiada memoria y que lo atormente el recuerdo de las humillaciones sufridas, como lo inverso, es decir, que uno padezca una falta de memoria y que huya de ese modo de su propio pasado.

El paciente debe reconocer su sufrimiento como una parte de sí mismo que es digna de estima y que le permitirá construir un porvenir. Tiene que encontrar el valor para mirar su herida cara a cara. Sólo entonces podrá dejar de lamentarse o de ocultarse a sí mismo su propia enfermedad.

La evolución de las víctimas que se liberan del dominio del maltratador demuestra que no estamos ante un problema de masoquismo. Por el contrario, con mucha frecuencia, esta experiencia dolorosa sirve de lección: las víctimas aprenden a proteger su autonomía, a huir de la violencia verbal y a rechazar los ataques contra su autoestima. Cuando un psicoanalista le dice a una víctima que, con su sufrimiento, se autocompadece, está escamoteando el problema relacional. No somos un psiquismo aislado, sino un sistema de relaciones.

La vivencia de un trauma supone una reestructuración de la personalidad y una relación diferente con el mundo. Deja un rastro que no se borrará jamás, pero sobre el que se puede volver a construir. A menudo, esta experiencia dolorosa brinda una oportunidad de revisión personal. Uno sale de ella reforzado, menos ingenuo. Uno puede decidir que, en lo sucesivo, se hará respetar. El ser humano que ha sido tratado cruelmente puede encontrar en la conciencia de su impotencia nuevas fuerzas para el porvenir.

Ferenczi observa que un desamparo extremo puede despertar repentinamente aptitudes latentes. Allí donde el perverso había mantenido un vacío se puede producir una atracción de energía, una especie de aspiración de aire: "El intelecto no nace simplemente de los sufrimientos ordinarios, sino que nace únicamente de los sufrimientos traumáticos. Se constituye como un fenómeno secundario o como un intento de compensar una parálisis psíquica total" (Ferenczi). La agresión puede adquirir de este modo un valor de prueba iniciática. La curación podría consistir en integrar el acontecimiento traumático como un episodio que estructura la vida y que facilita el reencuentro con un saber emocional reprimido (Marie-France Hirigoyen, 1998. El Acoso Moral).

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